Un grupo de científicos que debía trabajar en equipo durante meses en una remota estación de investigación ubicada en la Antártida se vio perturbado tras la acusación de agresión física contra el líder del equipo. Los psicólogos están en contacto “constante” con un equipo científico sudafricano aislado durante meses en una base en la Antártida después de que se presentaran acusaciones de agresión y acoso sexual.
Un equipo de nueve investigadores debía pasar el invierno antártico en la base sudafricana, ubicada a unos 170 km del borde de la plataforma de hielo y de difícil acceso. Sin embargo, un portavoz del gobierno sudafricano declaró que se produjo una agresión en la estación, tras denuncias previas de comportamiento inapropiado desde el interior del campamento.
Titulares que indican que el investigador en cuestión “perdió la cabeza” o “perdió el control” debido a una sencilla instrucción que se le dio durante la expedición, pero que debido a las condiciones de aislamiento terminó reaccionando de manera violenta.
En el diario El heraldo de México pudimos ver titulares como “Revelan por qué el científico perdió la razón y atacó sexualmente a una de sus compañeras en base de la Antártida” o “Científico rompe el silencio tras atacar a sus colegas en la lejana base de la Antártida” sin embargo, afirmaciones así reducen considerablemente la responsabilidad del agresor.
¿El agresor nace o se hace?
El Secretario del Medio Ambiente de Sudáfrica, Dion George dijo que la persona que agredió al líder del equipo está arrepentida y ha sido reevaluada psicológicamente voluntariamente. Cuando le preguntaron qué desencadenó la presunta agresión, George respondió: “Fue una disputa sobre una tarea que el líder del equipo quería que el equipo realizara, una tarea que dependía del clima y que requería un cambio de horario.”
Desde 1959 se llevan a cabo expediciones de investigación sudafricanas. El equipo que va a la base Sanae IV suele estar formado por un médico, dos mecánicos, tres ingenieros, un técnico meteorológico y un par de físicos. Sobra decir que solo son personas ampliamente especializadas las que pueden figurar para tomar parte en estas expediciones: tienen que ser personas con un conocimiento sumamente amplio, importantes credenciales, años de experiencia y una buena capacidad para trabajar en equipo, por mencionar sólo algunas.
El Departamento de Silvicultura, Pesca y Medio Ambiente de Sudáfrica explicó que los miembros de sus misiones de investigación son evaluados antes de las expediciones “para garantizar que puedan afrontar el aislamiento y trabajar y convivir con otros en el espacio reducido de las bases”. Sin embargo, añadieron que, “no es raro que, al llegar a las zonas extremadamente remotas donde se ubican las bases científicas, se requiera una adaptación inicial al entorno”.
Y es que el pensar que incluso una persona tan singular como las que forman parte de estas excursiones pueda volverse violenta a la menor provocación no habla solamente de la persona sino de los métodos de evaluación en los que confiamos para supuestamente evitar incidentes cómo éste.
Y es que la violencia y la agresividad está tan ampliamente socializada en los hombres que quizá ni siquiera es tan fácil ver las señales que indican que se puede dar en cualquier momento.
Socializando la violencia
Si bien los hombres son más propensos a ser extremadamente agresivos que las mujeres, la agresión es un rasgo complejo que se ve influenciado por diversos factores y no es inherente a ningún género. La agresión no es inherente a los hombres sino que se ve influenciada por diversos factores.
No se trata de una diferencia biológica, sino de un condicionamiento social. Es más aceptado socialmente que los hombres puedan mostrar enojo y que a su vez eso pueda derivar en violencia. Y ni siquiera debe de ser una persona particularmente violenta, sino que, como este caso también nos muestra, puede venir de una persona estudiada, reconocida y en condiciones no agresivas. Esencialmente, puede venir de cualquier hombre.
Y probablemente esa es la lección más importante de este caso. Que no se trata (como lo indican los titulares del Heraldo de México) de “perder la cabeza”, sino de reconocer que, en la sociedad en la que vivimos, las muestras de violencia en ambientes controlados por parte de hombres son “normales” en la lógica patriarcal bajo la cual los hombres aprenden a sentir sus emociones y qué impulsos deben (o no) controlar.
También te puede interesar: La deuda con la endometriosis














