Emilia Pérez y su falta de representación

Emilia Pérez y su falta de representación

La cada vez más polémica película Emilia Pérez se acerca al momento más decisivo de su promoción: la entrega de los Óscares. Y parece que las semanas más cercanas a la víspera de la entrega de los premios han sido las más atropelladas para el elenco de la película.

 

La cinta trata de un narcotraficante (Manitas) que finge su propia muerte para transicionar a ser mujer y pasar vivir honestamente. Pasa de ser responsable de asesinatos relacionados con las drogas a fundar una ONG para ayudar a las víctimas de la violencia de los cárteles.

 

Y a pesar de la (ahora) muy atropellada estrategia de promoción de la película, uno de los aspectos que debería de escandalizarnos más sobre esta es su pésima representación de la comunidad trans. 

 

Entendiendo la representación

Si bien algunas reseñas elogian las actuaciones en Emilia Pérez o los valores de producción de la película, los críticos que se centran en la representación trans de la película cuentan una historia muy diferente.

 

En la visión del director Jacques Audiard aparenta ser un cineasta cautivado por el concepto de transición. Y con ello se esperaría que al menos muestre una visión informada de cómo se vive este proceso desde la perspectiva de una persona trans.

 

Sin embargo, la perspectiva de la película ha mostrado ser realmente ofensiva hacia la comunidad trans. Irónicamente, esta película que se muestra como un estandarte de la diversidad, termina siendo en realidad un insulto a la misma. Por un lado, afirma la reivindicación de Emilia de su condición de mujer, en un grado ridículo a veces. (Tanto Rita como Emilia hablan de Manitas, la Emilia anterior a la transición, como si «él» fuera una persona diferente). Por otro lado, presenta a Emilia como un juguete intercambiable de identidades de género. Es una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, luego una mujer que niega al hombre que todavía alberga en su interior.

 

Hay una crueldad en esta representación de una mujer trans, como si el cineasta la culpara por no aceptarse a sí misma como todo lo que él cree que es. Y quizá aquí está el origen del problema: pretenden contar la historia desde una perspectiva flagrantemente atravesada por la lógica y visión cisgénero. Esto surge de manera más disparatada durante una escena en la que Emilia se enoja con su viuda (Jessi), interpretada por Selena Gómez, y responde arrojándola sobre una cama y estrangulándola, mientras la amenaza con una voz baja y masculina, la misma voz con la que hablaba antes de su transición quirúrgica.

 

Esto muestra a las mujeres trans como seres que pueden apagar y encender su masculinidad según su voluntad, algo que es peligrosamente falso.

 

Por otro lado, la película presenta la transición como inherentemente redentora. En el caso de Emilia, no solo pasa de hombre a mujer (“de pene a vagina”, como explica la canción “Vaginoplastia”), sino que también pasa de ser líder de un cártel responsable de la muerte de miles de personas a fundadora de una organización sin fines de lucro que busca ayudar a las familias de las víctimas de la violencia de los cárteles. Su intención es mostrar que, tal como dice Rita (la abogada de Emilia Pérez, interpretada por Zoe Saldaña), “cambiar el cuerpo cambia el alma y cambiar el alma cambia la sociedad”.

 

En palabras de diferentes críticos y personas trans, uno de los más importantes problemas de la película es cómo representa que la transición únicamente se centra en la cirugía, y que es ésta la verdadera detonadora de la transición (o bien, que la transición no es oficial hasta que se pasa por este proceso médico). Cualquier persona trans podrá decir que el proceso de transición es mucho más complejo, implicando varios factores emocionales y psicológicos que no son tomados en cuenta.


Al mismo tiempo, los individuos que transicionan no se convierten automáticamente en personas diametralmente distintas a quienes eran antes de hacerlo. Esta narrativa de Emilia Pérez en la que decide vivir una vida completamente distinta (de criminal a filántropa) no es representativa de la comunidad trans. En un editorial de The Cut, Harron Walker describe de manera brillante esta ironía diciendo que el director “no se da cuenta de que su heroína titular es, en todo caso, la villana de su película”.

Viendo hacia abajo al oprimido

Si bien la película recibió excelentes críticas cuando se estrenó en Cannes a principios de este año, ninguna de esas críticas fue escrita por personas trans. Existe un desafío constante con los festivales de cine de alto perfil que exhiben películas sobre personas trans, y a su vez luego son vistas y reseñadas por críticos cisgénero, meses antes de que una persona transgénero real pueda ver la película. Esto sucedió en 2018 con la película “Girl”, también adquirida por Netflix en Cannes.

 

De manera que, la razón por la que esta película resulta tan incómoda y el hecho de que parece que ninguna de las personas que la nominó a los premios se dio cuenta es la misma: aparentemente ninguno de ellos pertenece (ni intenta entender) a las poblaciones a las que insulta. Ni siquiera el director intentó contar la historia desde un lugar de verdadera comprensión. Ni siquiera por el valor que la investigación bien hecha podría tener.

 

Es tremendamente decepcionante darse cuenta de cuántos votantes de la Academia están completamente desconectados y claramente votando por la apariencia de progreso performativo de lo que simboliza “Emilia Pérez”, en lugar de dejar que las comunidades representadas en la película tomen la iniciativa y determinen si esta es o no una representación que merece celebración.

 

Es entonces como esta película resulta irónica (por decir lo menos) como una bandera de la diversidad, cuando las comunidades “diversas” a las que representa solo están de acuerdo en una cosa: que no se sienten representados por ella.

También te puede interesar: ¿El alza del fascismo en tiempo real?

Deja un comentario

NOTICIAS RELACIONADAS