Se podría decir que los primeros días de la administración de Trump han paralizado a las audiencias, pero la realidad es que han dejado a todos más alerta que nunca. Desde el inicio de las deportaciones masivas hasta las amenazas de anexar territorios pasando por cambiarle el nombre al Golfo de México, la realidad es que la tensión es palpable.
Y es que no se trata únicamente de una transición a un lado diferente del espectro político, sino un movimiento cuyo motor descansa en la persecución y satanización de grupos vulnerables. Crear un falso enemigo mientras transforman (y destruyen) el estado de derecho desde dentro.
Las cosas por su nombre
El fascismo, según la definición del diccionario, es un «sistema de gobierno autoritario y de extrema derecha que mantiene opiniones o prácticas intolerantes». El término fue utilizado por primera vez por miembros del movimiento de Benito Mussolini, la organización Fasci Italiani di combattimento, que luego se convirtió en el Partido Nacional Fascista e inspiró en gran medida la difusión internacional de los movimientos fascistas durante el período de entreguerras.
Las lecciones históricas de Europa desde la década de 1920 hasta la de 1940 nos muestran ejemplos claros de por qué no es probable que reaccionemos mucho mejor en el siglo XXI al ascenso del fascismo que los pueblos de Italia o Alemania hace un siglo. Las instituciones democráticas reaccionan con lentitud a las amenazas autoritarias que se generan desde dentro, y sus reacciones son lamentables, al menos en las primeras etapas.
Después de que Elon Musk hiciera el saludo nazi para cerrar su discurso durante la toma de posesión de Donald Trump, era difícil de creer que pudiera hacer una declaración tan despreciable sin haber pasado un solo día de haberse convertido oficialmente en funcionario público del gobierno de Trump.
Quizá la peor parte de ello no es tan solo haberlo visto haciendo eso (sabiendo muy bien lo que significa) sino, probablemente, su clara reafirmación de sus acciones y ausencia de cualquier tipo de remordimiento.
Una vez que las críticas inundaron las redes sociales, el magnate respondió en su propia red social, X, una respuesta llena de burlas y juegos de palabras relacionados con el campo semántico de los nazis.
Don’t say Hess to Nazi accusations!
Some people will Goebbels anything down!
Stop G?ring your enemies!
His pronouns would’ve been He/Himmler!
Bet you did nazi that coming ?
— Elon Musk (@elonmusk) January 23, 2025
Normalmente, cuando se enseñan estrategias para lidiar con crisis de relaciones públicas, las personas que están pasando por las crisis son instruidas a dar respuestas concisas que no den lugar a dudas sobre su papel en las problemáticas. Por ejemplo, si a una persona le preguntan si tuvo algo que ver con un fraude y responde “no estuve involucrado” es menos conciso o creíble que si dice “niego rotundamente haber estado involucrado”.
Si Elon Musk ni siquiera se preocupó en dejar claro que no simpatiza con los nazis o fascistas, entonces lo que ya sabíamos sobre sus ideas políticas es todavía más grave.
Si un hombre supuestamente vanguardista ni siquiera se avergüenza en hacer el saludo nazi en su toma de posesión como uno de los funcionarios públicos más importantes de Trump (porque está a cargo de muchas decisiones de presupuesto) y después se pone a hacer bromas sobre ello entonces no tiene ninguna preocupación en que la gente piense eso de él.
Y cómo si fuera poco (no lo es) Musk ha estado utilizando la influencia algorítmica de su plataforma X para apostar por partidos emergentes de extrema derecha, como Alternativa para Alemania (conocido como AfD) y el Partido Reformista de Gran Bretaña, que desafían el status quo.
Sus acciones que rompen tabúes han generado mucha atención e indignación. Dos días antes del aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, tomó parte en un mitin de AfD a través de una videollamada y dijo que Alemania estaba “demasiado concentrada en la culpa pasada”.
Pero hay una razón más profunda por la que el establishment está preocupado: sus esfuerzos provocadores están dirigidos a un sistema que ya está en crisis. Los partidos europeos tradicionales que solían representar a grandes electores ya no cuentan con la confianza y el apoyo de los votantes. Y esto es un suelo fértil para dar pie a un crecimiento real en el alcance de estas tendencias y, más específicamente de este partido.
Respondiendo al absurdo
Después de esto, decenas de miles de alemanes protestaron en Berlín y otras ciudades contra el ascenso del partido de extrema derecha y antiinmigrante Alternativa para Alemania (AfD) antes de las elecciones generales del 23 de febrero.
At Berlin’s Brandenburg Gate, people blew whistles and sang anti-fascist songs, and in Cologne, protesters carried banners denouncing the far-right AfD party.https://t.co/jnGJsoI3MD pic.twitter.com/LoJS8j7obT
— DW News (@dwnews) January 26, 2025
En la Puerta de Brandeburgo de Berlín, una multitud enorme hizo sonar silbatos, cantó canciones antifascistas y llevó pancartas denunciando a la AfD. Los activistas dijeron que esperaban que la manifestación también llamara la atención sobre otros partidos de extrema derecha en Europa y la nueva administración del presidente estadounidense Donald Trump.
La única manera en la que podemos enfrentarnos de manera real al alza del fascismo es si reconocemos su existencia. Si aprendemos a observarla cómo es, por lo que en realidad es. La persecución y satanización de la comunidad trans y los migrantes latinos (que se podría extender a la comunidad latina en general) haciéndolos ver como el mayor enemigo del país, es un claro indicio de las estrategias fascistas que la administración de Trump está tomando. Y el peor error que podríamos cometer es no tomarlo en serio antes de que cobre más vidas.
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