Aunque la temporada navideña es, en teoría, el most wonderful time of the year, existen una serie de factores que lo hacen sentir como una de las épocas más estresantes del año. Igual que los cumpleaños o San Valentín, existe algo dentro de la “obligación” de sentirse feliz o pasarla bien que hace que cuando no la pasamos bien en estas épocas se sienta muchas veces peor.
Es real que, más allá de cómo se pueden ver las fiestas en la superficie, para algunas personas la temporada puede ser dolorosa, especialmente para quienes están lidiando con el dolor por la pérdida de un ser querido, quienes están luchando con el distanciamiento familiar o quienes se sienten solos.
La temporada de fiestas puede ser muy difícil para muchos de nosotros. Incluso aquellos que admiten disfrutar de la música, las luces o los adornos también pueden encontrar tristeza y dolor en los pequeños momentos de soledad.
¿Qué lo hace tan difícil?
Culpa: La «culpa de las fiestas» es muy real y poderosa. Debido a las muchas presiones de las fiestas, combinadas con el resumen minuto a minuto de las reuniones navideñas de todos los demás en las redes sociales, nos vemos inundados de lo mucho mejor que parece estar todo el mundo. Esto puede generar sentimientos de culpa por no poder darle a nuestros seres queridos la vida, oportunidades o regalos que otras personas sí pueden.
Obligaciones: Esta época del año está llena de obligaciones: planes de viaje, comidas que cocinar, a quién invitar, qué regalos comprar, entre un sinfín de otras. Esto puede ser muy estresante para cualquiera, pero especialmente para aquellos que crecieron en entornos en los que tal vez no pudieron decir que no a las cosas. Si nunca aprendiste a defenderte, es normal que tengas dificultades para descubrir cómo rechazar invitaciones sociales o cómo pedir ayuda para cocinar la comida navideña si es algo que siempre hacías tú mismo.
Soledad: La temporada navideña puede sentirse especialmente solitaria para las personas sin familia, especialmente aquellas que viven en refugios o en las calles, o las personas que están lejos en hospitales o centros de tratamiento, todas pueden sentirse especialmente solas durante esta época del año.
Nostalgia: Debido a los recuerdos que evoca, la nostalgia puede ser difícil. Nos recuerda una época en la que las cosas eran más fáciles o más simples. Tal vez antes de que algunos de los infortunios o traumas que nos marcaron tuvieran lugar, cuando la familia parecía feliz. De manera similar, la nostalgia puede ser un doloroso recordatorio de lo que nunca pudimos vivir, lo que es especialmente cierto para quienes crecieron en hogares disfuncionales o caóticos.
Sensación de que el tiempo pasa más rápido: con la llegada del fin de año, muchos se enfrentan a la dificultad que conlleva el envejecimiento. Un nuevo año parece llegar antes de lo que pensábamos, lo que nos recuerda que el tiempo es precioso y que la vida es corta. Y muchas veces esto también puede hacernos sentir que no estamos haciendo lo que queremos con el tiempo que tenemos.
Presión social: de manera similar a las obligaciones presentes durante esta época del año, las festividades sociales pueden ser abrumadoras: incluso los más extrovertidos pueden sentirse agotados después de la ajetreada temporada navideña. Para quienes tienen dificultades con las reuniones sociales, las presiones para asistir a eventos sociales o responder a las invitaciones pueden resultar estresantes.
Sentirse excluido: constantemente nos muestran imágenes de reuniones navideñas, fotografías en las redes sociales y películas que muestran constantemente estas situaciones. Aquellos que no tienen la suerte de tener personas con quienes pasar las fiestas pueden sentirse tristes o resentidos. Para quienes tienen antecedentes de sentirse excluidos, como aquellos que fueron rechazados por su familia por ser diferentes, por ejemplo, las fiestas pueden agravar estos sentimientos difíciles.
Tensiones al convivir con la familia: La posibilidad de no llevarnos tan bien con algún miembro de la familia es algo que ha sucedido desde siempre, pero parece que la creciente politización de temas personales como la identidad de género, el feminismo o el medio ambiente cada vez se vuelven más existenciales para las personas.
Es posible que alguien no se lleve bien con ciertos miembros de la familia o tal vez sus eventos familiares puedan ser simplemente agotadores. Tal vez tenga familiares que no estén de acuerdo con sus creencias políticas o fundamentales, discutan en cada reunión o lo hagan sentir estresado/presionado.
Si nos encontramos en estas situaciones vale la pena establecer límites con algunos miembros de la familia o alejarse de la situación por completo. Es importante que nos permitamos a nosotros mismos decir «No, gracias» o «No puedo participar en esta conversación».
Lo más importante de esta época es que no se sienta como una tarea o una obligación más. Que si decidimos participar en los rituales que la rodean, no sintamos una ola de ansiedad ni tensión acumulada, sino que lo hagamos porque nos da gusto hacerlo. Es importante saber que podemos vivir las fiestas de una manera que no sea un obstáculo para nuestra salud mental, y adaptar los elementos de forma que nos hagan sentir seguros y tranquilos.
Si hacemos esto no solo será bueno para nuestra propia salud mental, sino también podremos servir como ejemplo en nuestra familia para no seguir perpetuando una manera de vivir las fiestas que es tóxica para los demás.
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