Ante una importante tendencia de reducción del consumo de alcohol entre adultos, ha nacido el llamado sober shaming. Esto consiste en hacer que alguien se sienta incómodo por no beber. Cuando hacemos sober shaming, hacemos que los demás sientan que su decisión de no beber es incorrecta, aburrida o incluso ofensiva. No beber alcohol (ya sea por una noche, un mes o durante un período prolongado) debería ser una decisión que todos podamos tomar libremente y que los demás respeten. El sober shaming hace que esa decisión sea mucho más difícil y contribuimos a una cultura en la que beber es la opción predeterminada, no una opción.
Es posible que las personas no sepan que están haciendo sober shaming, y muchos de los que lo hacen no lo hacen a propósito. A menudo es involuntario y se hace a modo de broma, pero aun así puede ser muy dañino, especialmente en combinación con todos los demás mensajes que recibimos de que beber es «normal» y la realidad es que no lo es.
Estas son algunas de las respuestas que se pueden escuchar cuando decimos que no vamos a beber, y todas ellas podrían constituir sober shaming:
- “Es mi cumpleaños, tienes que tomarte una conmigo”
- “Es Navidad, puedes tomarte una, ¿no?”
- “Una no te va a hacer daño”
- “No seas aburrido”
Incluso el preguntar de manera insistente por qué la persona decide no beber es una manera agresiva de hacer sober shaming. Muchas veces las razones no son temas de los que la persona pueda hablar con apertura, y al mismo tiempo muchas veces no hay ninguna razón en especial. De cualquier modo, la insistencia parece ser la misma.
A veces, las personas hacen sober shaming para ocultar su incomodidad. Es posible que no estén preparadas para abordar su propia relación con el consumo de alcohol, y alguien que no bebe puede hacer que se sientan incómodas.
Cuando apoyamos a nuestros amigos, familiares y colegas que deciden no beber, les mostramos que nos preocupamos por ellos y apoyamos sus decisiones. Es algo simple que hace una gran diferencia en cómo las personas se pueden sentir en nuestra presencia al hacer un cambio en sus vidas.
Se estima que 1 de cada 4 personas quiere reducir la cantidad de alcohol que bebe en 2024, especialmente los jóvenes de la Gen Z. Y a pesar de ser un aspecto sumamente importante para la salud y la formación de buenos hábitos, de alguna manera sigue suscitando críticas y presión social.
La realidad es que el alcohol es sumamente dañino para la salud. El alcohol puede provocar presión arterial alta, lo que aumenta el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o un derrame cerebral. El alcohol también debilita los músculos del corazón, lo que puede afectar los pulmones, el hígado, el cerebro y otros sistemas del cuerpo, y también causar insuficiencia cardíaca. Por otro lado, el alcohol puede suscitar comportamientos violentos o inconscientes en muchas personas. El consumo excesivo de alcohol es un factor importante en accidentes, violencia y delincuencia.
El sober shaming y el libre albedrío
A nivel individual, el sober shaming puede hacer que la gente se sienta presionada, invalidada, molesta y enojada; a final de cuentas, se les está diciendo que su elección personal – una que debería tener muy poco impacto en los demás- es ofensiva y que de alguna manera afecta a la capacidad de los demás para disfrutar.
También puede disuadir a la gente de intentar estar sin alcohol durante un tiempo prolongado y puede animarla a beber más, en lugar de menos. Algunas personas no beben por motivos religiosos o culturales, por lo que el sober shaming no solo puede hacer que la gente sienta que crees que su elección de no beber es «incorrecta», sino también que su práctica cultural o religiosa lo es.
Asimismo vale la pena mencionar que en las culturas latinas normalmente no solemos tener una relación saludable con el alcohol. Así que aquello que ubicamos como “normal” probablemente no lo es, y tiene profundos efectos en nuestra salud.
Es importante que recordemos que las decisiones personales de los demás (principalmente qué deciden -o no- poner en su cuerpo) no deberían de ser sometidas al juicio de otros. Y nuestras opiniones no deberían de ser lo que termine haciendo que alguien dude de o se avergüence de sus prácticas individuales.
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