Las Olimpiadas y los disturbios políticos

Las Olimpiadas y los disturbios políticos

Con el inicio de los Juegos Olímpicos de París, además de pensar en la grandeza de la organización y la magnitud del evento, vale la pena reflexionar sobre los disturbios políticos que suelen acompañar eventos como éstos. En múltiples ocasiones a lo largo de la historia, a pesar del espectáculo y el espíritu de unidad que suele acompañar estos eventos, hemos visto una serie de problemas sociales y políticos en los países anfitriones. Y esta edición no es la excepción.

 

Muchos países han tratado de albergar eventos deportivos internacionales en un esfuerzo por mejorar su postura diplomática, mejorar su reputación y apuntalar su posición dentro de la comunidad internacional. Con ese fin, se ha utilizado la “diplomacia deportiva” para lograr el entendimiento y la paz entre las naciones y promover los objetivos políticos e ideológicos de los países.

 

La reputación de un país se entiende como la “imagen o percepción pública” adoptada por la comunidad internacional hacia un Estado. Esta imagen es un elemento importante para determinar el comportamiento del Estado y su actitud hacia las relaciones internacionales. El concepto de “reputación del Estado” se centra en cómo la reputación del Estado se ve afectada por diversos factores, como la política exterior, el comercio y los acontecimientos internacionales, y cómo utilizar esta postura en las relaciones internacionales.

 

Varios países han explotado el deporte como un enfoque destinado a afirmar la superioridad y la reputación del Estado; por ejemplo, los Juegos Olímpicos de 1936 se celebraron en Alemania y la Copa Mundial de la FIFA de 1934 se celebró en la Italia de Mussolini. En otros casos, los deportes desempeñaron un papel más constructivo en la década de 1990, representando una oportunidad para que Sudáfrica superara la era del apartheid y mirara hacia un futuro mejor. Para China, los deportes han desempeñado un papel en la introducción de una política abierta y una economía más influyente.

 

A continuación presentamos una serie de ediciones de los Juegos Olímpicos destacados particularmente por ir acompañados de disturbios de este tipo.

 

Berlín 1936

Los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 son conocidos por haber sido una muestra de propaganda nazi que suscitó importantes conflictos. A pesar de los principios excluyentes de los Juegos de 1936, países de todo el mundo aceptaron participar. 

 

Durante dos semanas en agosto de 1936, la dictadura nazi de Adolf Hitler camufló su carácter racista y militarista mientras fungía como anfitrión de los Juegos Olímpicos. Al suavizar su agenda antisemita y sus planes de expansión territorial, el régimen aprovechó los Juegos para deslumbrar a muchos espectadores y periodistas extranjeros con una imagen de una Alemania pacífica y tolerante.

 

Habiendo rechazado una propuesta de boicot a los Juegos Olímpicos de 1936, las organizaciones deportivas y olímpicas patrocinadoras de los Estados Unidos y otras democracias occidentales perdieron la oportunidad de adoptar una postura que, según afirmaron algunos observadores en ese momento, podría haber hecho reflexionar al régimen y reforzado la resistencia internacional a los Juegos Olímpicos de 1936 ante la tiranía nazi.

México 1968

Los XIX Juegos Olímpicos, realizados en México del 12 al 27 de octubre de 1968, fueron los primeros en un país “en vías de desarrollo”. Una larga deliberación precedió el otorgamiento de las Olimpiadas a nuestro país. Diez días antes de la inauguración, el Gobierno mexicano recurrió al Ejército para reprimir brutalmente las protestas de los estudiantes. Éste enfrentamiento fue conocido como la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México. 

 

Estas manifestaciones estudiantiles tuvieron un auge en las semanas previas a los Juegos Olímpicos pero fueron desatadas a causa de la represión del ejército. Tres meses antes del inicio de las Olimpiadas, en julio, un enfrentamiento entre estudiantes de dos escuelas de bachillerato fue reprimido por los granaderos.

 

Pese a todo, el 12 de octubre, más de 5,500 deportistas provenientes de 112 países participaron en la inauguración de los Juegos. Irónicamente, el gobierno bautizó a estas Olimpiadas como “las Olimpiadas de la paz”. 

Río 2016

Los Juegos Olímpicos de 2016 tuvieron lugar en un país sumido en la agitación política y que enfrentaba su peor crisis económica desde la década de 1930.

 

Poco antes de los juegos, el Senado de Brasil acusó a la primera mujer presidenta del país, Dilma Rousseff, por haber manipulado las cuentas de Brasil para presentar una visión más optimista de la situación fiscal del país antes de su candidatura a la reelección en 2014. La presidenta fue destituida a través de un juicio de impeachment y fue sucedida por el entonces vicepresidente Michel Temer, desde mayo de 2016. Esto aumentó las tensiones durante las ceremonias de los Juegos.

 

Si a eso le sumamos las protestas callejeras, la economía en crisis, la propagación del virus Zika y las preocupaciones sobre la planificación logística de los Juegos Olímpicos, entendemos cómo el panorama de estos Juegos estuvo lleno de descontentos sociales y políticos.

Hoy en día, Francia no es la excepción a este patrón. A pesar de la emoción y expectativa rodeando el evento, los parisinos parecen tener sentimientos encontrados acerca de albergar los Juegos Olímpicos de 2024, y los murmullos de protestas añaden un elemento de tensión.

 

El evento se desarrolla en un contexto de inestabilidad política casi sin precedentes en Francia: tras las elecciones anticipadas de junio, el país cuenta con un gobierno técnico hasta que se acuerde uno nuevo. Y el gobierno del actual presidente, Emmanuel Macron, se ha visto rodeado de críticas en torno a múltiples factores.

 

Sin embargo, a pesar de estos disturbios sociales, el espíritu auténtico de los Juegos Olímpicos realmente refiere a un espíritu de unidad y paz. Y el evento no debería de suceder a cuestas de problemáticas más relevantes que pasan a ser ignoradas o reprimidas en los países anfitriones.

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