La íntima relación entre ruido y ansiedad

La íntima relación entre ruido y ansiedad
La íntima relación entre ruido y ansiedad

En ambientes urbanos es fácil acostumbrarnos a vivir rodeados de ruidos disruptivos. Desde motos hasta camiones pasando por ambulancias, el ruido es una parte inseparable de lo que implica vivir en una gran ciudad.

Pero más allá de este tipo de sonidos, el vivir en grandes ciudades en las que culturalmente hemos normalizado los ruidos fuertes implica que los ambientes son todavía más estimulantes. Detengámonos a pensar en un día normal de alguien que toma el transporte público en la Ciudad de México.

Los ruidos con los que se encuentra van desde los coches, ambulancias, la música que ponen en el camión, los vendedores ambulantes que se encuentra en el camino, etc. El estímulo es enorme, y el día apenas va empezando. 

Al vivir en lugares de Latinoamérica donde estamos acostumbrados desde pequeños a escuchar constantemente tanto ruido (y a hablar fuerte y gesticular mucho también) quizá no tomamos en cuenta al ruido como una potencial disrupción al prójimo. Sin embargo, más allá de la normalización cultural, es una disrupción considerable que afecta a miles de personas.

Ruido y neurodivergencia

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) se clasifica comúnmente como un trastorno del desarrollo neurológico y una forma de neurodivergencia. La neurodivergencia generalmente se refiere a una diferencia en el procesamiento cognitivo y sensorial que varía de lo que podría considerarse «neurotípico», o de lo que podría encajar en las normas sociales.

Las personas neurodivergentes, como las que viven con TDAH y trastorno del espectro autista, pueden correr el riesgo de tener una percepción sensorial más sensible. A esto también se le llama misofonía.

La misofonía hace que las personas se sientan ansiosas, temerosas, asustadas, asqueadas o que tengan el deseo de huir, como reacción a sonidos específicos. El desencadenante puede ser un sonido oral, como bostezar o masticar, o uno repetitivo, como golpear un lápiz contra un escritorio o una máquina que hace algún ruido constantemente.

Para la mayoría de las personas, este tipo de ruidos se mezclan con el ambiente y pasan a un segundo plano. Las personas con misofonía a menudo reaccionan con enojo o se estresan mucho cuando están cerca de estos sonidos. Es posible que sientan una necesidad urgente de abandonar el área.

Debido a que este tipo de sonidos están en todas partes, la afección puede tener un impacto sustancial en la forma de vida de un individuo.

La misofonía puede variar desde leve (por ejemplo, poca tolerancia a ciertos tipos de sonidos) hasta sensibilidad severa y excesiva a sonidos específicos. No existe una cura específica para la misofonía, pero algunas terapias pueden ayudar. Esto incluye distracciones auditivas, como escuchar ruido blanco o usar auriculares.

La terapia cognitivo-conductual también puede mejorar la respuesta de un individuo a los desencadenantes. Algunas personas establecen «zonas seguras» en sus hogares, donde pueden estar protegidos de los sonidos desencadenantes.

Para muchas personas, encontrar una manera de vivir con misofonía comienza reconociendo sus desencadenantes individuales. A partir de esto pueden tomar medidas para mejorar su vida en general mediante terapia o el uso de otros tipos de intervención.

Ruido y salud mental

Debido a la mayor sensibilidad sensorial, las personas neurodivergentes suelen padecer de manera más prominente los daños por el ruido generalizado. Sin embargo, vivimos en ambientes tan ruidosos que todos estamos en riesgo a afectaciones negativas a nuestra salud mental ocasionadas por el ruido.

Sólo en la Unión Europea, las estimaciones indican que al menos el 20% de la población urbana se ve afectada por los efectos nocivos del ruido del tráfico rodado (vale la pena considerar que si estos estudios se hicieran en Latinoamérica, los resultados probablemente serían más graves).

En consecuencia, los niveles de ruido del transporte a largo plazo provocan que al menos 18 millones de personas se incomoden por el ruido y otros 5 millones sufran graves alteraciones del sueño.

Los informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que la exposición al ruido es una importante amenaza para la salud pública, afectando tanto a la salud física como mental.

La molestia del ruido, caracterizada por sentimientos de disgusto e incomodidad, puede contribuir a aumentar los niveles de estrés y al desarrollo o exacerbación de problemas de salud mental.

Este espiral fisiopatológica inducido por el ruido favorece no sólo el desarrollo y progresión de condiciones de salud mental sino también de factores de riesgo cardiovascular y enfermedades cardiovasculares. Es importante destacar que el estrés mental crónico per se es un factor de riesgo ampliamente conocido para la salud física y mental. 

Incluso la exposición aguda al ruido de los aviones durante la noche induce una condición llamada miocardiopatía de takotsubo, también conocida como síndrome del corazón roto, una afección provocada por el estrés emocional y la liberación excesiva de hormonas del estrés.

En general, las molestias crónicas ocasionadas por ruido pueden perjudicar la adaptación y aumentar la vulnerabilidad al estrés, lo que lleva a una disminución de la capacidad de confrontaciones y situaciones incómodas y aumentando rápidamente la irritabilidad.

Es por esto que es sumamente importante que nos hagamos conscientes del ruido que provocamos, especialmente en instancias públicas. Al mismo tiempo es esencial que hagamos una concientización colectiva de los efectos negativos del ruido, para que así vehículos como motocicletas y camiones.

Y principalmente es importante concientizar sobre el ruido excesivo como un tema y una amenaza a la salud pública colectiva, y un detonante importante para un porcentaje importante de la población.

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