Bridgerton y la gordofobia internalizada

Bridgerton y la gordofobia internalizada

Entre las opiniones sobre la temporada 3 de Bridgerton hay muchos aspectos que han destacado, sin embargo uno de ellos se ha mostrado prominente: las opiniones encontradas sobre el cuerpo de la protagonista Nicola Coughlan. Al mismo tiempo que hay muchos enfatizando sobre lo bien que luce la actriz que interpreta a Penelope Featherington y lo importante que es ver a diferentes tipos de cuerpos ser representados en la televisión popular.

 

¿Qué hay detrás?

Después de que un artículo de opinión publicado el mes pasado en el medio británico The Spectator cuestionó el atractivo de Penelope Featherington, los usuarios de internet no tardaron en criticar esta postura.

 

Los fans se sintieron ofendidos por lo que llamaron body shaming en el artículo, que afirmaba directamente que Coughlan «no es atractiva y no hay forma de escapar de ello». El artículo concluía argumentando que los esfuerzos por priorizar la igualdad y la diversidad no son suficientes para “hacer remotamente plausible que una chica gorda gane al príncipe”.

 

Y a pesar de que este artículo fue ampliamente criticado en internet y llamó a una gran cantidad de personas a defender la representación a través de Nicola Coughlan, la realidad es que éste realmente es el reflejo de lo que miles de personas piensan. A esto le llamamos gordofobia.

 

El problema de la gordofobia

 

La gordofobia se define como el odio, rechazo y violencia que sufren las personas gordas simplemente por el hecho de ser gordas. También se puede entender como el miedo a ser gordo, a la gordofobia interiorizada y a la ajena. Se distingue por actitudes negativas, estereotipos y prejuicios hacia las personas gordas y pueden estar acompañados de actos de violencia física, moral, verbal o emocional.

 

La gordofobia ha hecho que existir en el mundo se vuelva una experiencia verdaderamente retadora para las personas gordas, particularmente para las mujeres, quiénes sufren mayormente las consecuencias del estigma. Es común juzgar a las personas gordas como flojas, a pesar de que no sean muchos los espacios que les facilitan el practicar deporte. En el ámbito médico se habla más de “sesgo de peso” que es la inclinación para hacer juicios de valor hacia una persona únicamente basándose en su peso.

 

Una de los peores aspectos de la gordofobia son los estereotipos que crea, dando por que las personas gordas no se alimentan bien, no hacen deporte, no tienen voluntad y, lo que es peor, su morfología no es más que una elección

 

Y la razón por la que esto es peligroso es porque este juicio dista completamente de la realidad. Existen un sinfín de enfermedades que pueden resultar en el aumento constante de peso y la obesidad, además de factores genéticos que pueden favorecer que una persona sea gorda. Algunas de las enfermedades que pueden causar obesidad son: hipotiroidismo, depresión, insomnio, síndrome de cushing, síndrome de ovario poliquístico, entre otros. Aunado a esto, los medicamentos como esteroides, algunos antidepresivos, antipsicóticos, medicamentos para la presión arterial alta llamados betabloqueantes y algunos medicamentos para evitar las convulsiones también pueden favorecer la obesidad. 

 

La gordofobia en la industria cultural

Más allá de nuestras concepciones erróneas de lo que puede resultar (o no) en un cuerpo obeso, es importante recordar que la razón por la que pensamos que un cuerpo puede ser categorizado como tal es porque han habido reforzamientos externos previos que nos hicieron llegar a estas conclusiones. 

 

Nuestras opiniones sobre qué es un cuerpo gordo (y qué no lo es) no son pensamientos inoculados sino que derivan directamente de una industria capitalista que nos ha hecho pensar en la delgadez como una virtud y el ser gordo como un defecto. Incluso cuando la manera en la que representa cada una de estas categorías sea completamente absurda. 

 

Hoy en día la opinión pública considera a Nicola Coughlan “gorda” (a pesar de que su cuerpo no es más que de un tamaño normal) al igual que consideró a Kate Winslet gorda en Titanic en 1998 y a Reneé Zellweger gorda en Bridget Jones en 2001. Y hoy en día las vemos horrorizadas viendo lo que realmente son: cuerpos esbeltos (o curvilíneos, si así lo prefieren) que bajo una cultura tóxica fueron categorizados como insuficientes.

 

Y la realidad es que este ciclo tóxico de categorizar a las mujeres (principalmente) como gordas viene de una idea implementada a través de la industria cultural en la que idealizamos cuerpos que son, muchas veces, falsos o imposibles de alcanzar. Que la mayoría de las veces provienen de una combinación de procedimientos estéticos, dietas poco saludables (en el mejor de los casos) y edición de fotos. Por lo que ni siquiera las personas que vemos en redes y revistas se ven así, ¿entonces por qué habríamos de aspirar a ellos nosotros? o lo que es peor: juzgar a la gente normal cuando no se ve así.

 

La gordofobia nos impide de tratar a nuestros cuerpos (y los de los demás) con el respeto que merecen porque nos estanca en un ciclo que nos hace creer que la mejor versión de nosotros mismos es nuestra versión más delgada. Y todo lo positivo que podamos alcanzar en nuestras vidas probablemente no estará completo si no logramos vernos como la versión que el estigma logró instalar en nuestra imaginación.

 

Hoy en día lidiamos con un mundo altamente complejo, lleno de turbulencias y retos. Y la única manera de enfrentarlos es si desviamos nuestra atención de discusiones absurdas como esta para poder perdonarnos y vivir en una sociedad menos prejuiciosa que pueda darle atención a las causas que realmente lo merecen.

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