Con las fiestas de fin de año aproximándose, muchas veces estamos expuestos a eventos sociales con diferentes tipos de comida; muchos de ellos con cantidades abundantes de platillos deliciosos, al igual que postres y bebidas. Y aunque esto puede sonar como algo que anhelamos todo el año, existen circunstancias en las que estos eventos pueden detonar sentimientos de ansiedad y hasta pánico en muchas personas. Específicamente aquellas quienes tienen un trastorno de la conducta alimentaria.
¿Qué es un trastorno de la conducta alimentaria?
Según la Universidad de Carolina del Norte, los trastornos de conducta alimentaria (TCA) se pueden reconocer por un patrón persistente de comer no saludablemente o de hacer dietas no saludables. Estos patrones de conducta alimentaria están asociados con angustia emocional, física y social.
Algunos de los más comunes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracón y el trastorno por evitación y restricción de la ingesta de alimentos. A estos también se incluye el trastorno dismórfico corporal. Esta es una enfermedad mental en la que no se puede dejar de pensar en uno o más defectos en la apariencia, ya sean “reales” o percibidos. Incluso puede ser desatado por un defecto que parece menor o que no puede ser visto por los demás.
De manera que existen un sinfín de situaciones sociales pueden desatar episodios de ansiedad y/o pánico que pueden detonar el círculo vicioso de restricción – atracón, que lamentablemente es altamente común entre quiénes sufren de un TCA.
Este patrón de alimentación es extremadamente perjudicial e implica episodios de ingesta excesiva de alimentos, seguidos de periodos de restricción o privación. Aunado a esto, al restringir el apetito y los antojos naturales de nuestro cuerpo, es difícil saber cuáles son las necesidades reales de nuestro cuerpo al momento que éste nos las recuerda.
Situaciones sociales desencadenantes
Los TCA son trastornos con consecuencias físicas y visibles. Sin embargo, son una de las pruebas más grandes de cómo el condicionamiento social puede insertarse de una manera tan fuerte en nuestro imaginario, tanto que incluso nuestro cuerpo se vuelve esclavo de ello.
Los TCA nacen, crecen y se fortalecen en la manera de pensar de quién los sufre. De manera que es por esto que muchas situaciones sociales o comentarios pueden desencadenarlos. Estos son algunos ejemplos:
- Comentarios sobre la apariencia física: cuando una persona hace algún comentario sobre el cuerpo de alguien, especialmente cuando insinúan que alguien subió de peso. Ejemplo: Como que antes te veías más delgada ¿no?
- Comentarios sobre lo que alguien come: cuando una persona se fija en lo que alguien más está comiendo y hace algún comentario insinuando que está comiendo demasiado. Ejemplo: ¿Todo eso te vas a servir?
- Obsesionarse con seguir influencers, cuentas y contenido que fomenten la restricción excesiva de alimentos y/o dividir a los alimentos entre “malos” y “buenos”
- Asistir a una fiesta o reunión en la que se va a estar expuesto a alimentos categorizados como “malos” y temer por las consecuencias que esto podría tener en nuestro cuerpo y alimentación, en lugar de pensar en ellas como un momento de convivencia y tiempo de calidad
Lo que muchas veces no pensamos es que un comentario que hacemos -muchas veces sin pensar o por aburrición- puede vivir años y hasta décadas en la cabeza de alguien. Puede ser el motivo de un sinfín de castigos y maltratos con su propio cuerpo; puede desatar un ciclo de autodesprecio que puede tomar años detener.
Puede llevar a alguien a dejar de comer al grado de arriesgar su propia salud, y muchas veces hasta su vida. Sin mencionar que todo esto viene de una cultura de las dietas y la apariencia que ha sido cimentada por la industria de la moda y de los alimentos.
Nadie tiene derecho a detonar este tipo de comportamientos en una persona, y mucho menos por un comentario que se hace sin pensar. Es por eso que, en cualquier situación en la que estemos a punto de comentar sobre el cuerpo o hábitos alimenticios de una persona, evitemos a toda costa hacerlo. Nunca sabemos qué puede estar pasando la otra persona, a pesar de que nosotros asumamos que su estado de salud es normal.
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