En el marco de la maternidad, una de las tendencias que se ha vuelto cada vez más popular es la gestación subrogada o vientres de alquiler. Ya sea porque una pareja del mismo sexo tenga problemas de fertilidad o con la posibilidad de un embarazo de alto riesgo, o simplemente una persona que desea ser padre o madre sin una pareja, existen cada vez más personas que recurren a este método.
La subrogación implica que una mujer desarrolle un embrión y luego un feto en su útero, que se convertirá en un bebé que será entregado a los “futuros padres” después del nacimiento. En la mayoría de los casos, el embrión se crea mediante fertilización in vitro, utilizando esperma del padre previsto o de un donante, aunque en algunos casos el óvulo de la madre sustituta se fertiliza mediante inseminación. La madre subrogada puede recibir o no una compensación monetaria por sus servicios. Esto normalmente depende de la normatividad en el país que se practica.
Independientemente de que la gestación subrogada pueda ser un vehículo que ayuda a parejas que desean tener hijos, existe un profundo debate alrededor de si es una manera ética de cumplir ese propósito, especialmente por la experiencia potencialmente traumática para la madre sustituta.
En diferentes lugares del mundo donde la subrogación con fines de lucro es legal, las mujeres desfavorecidas están siendo convertidas en úteros contratados sin ninguna consideración por sus derechos humanos. Esto propicia una industria sumamente injusta que favorece a los más ricos y deja en desventaja a las mujeres que están buscando cualquier fuente posible de ayuda económica.
En los debates públicos sobre la subrogación, la hipotética madre sustituta es siempre una mujer joven, sana y feliz que disfruta estar embarazada y encuentra alegría al ayudar a una pareja infértil a tener hijos. Ella da a luz a un bebé sano sin complicaciones, lo entrega a sus padres “legales” sin ninguna angustia y continúa su vida sin más.
Sin embargo, la realidad suele ser diferente. Muchas mujeres que alquilan su vientre terminan viviendo una vida sin libertad alguna mientras están embarazadas, y debido a la desigualdad económica entre las dos partes del trato pueden verse legalmente atadas a un acuerdo que las pone en severa desventaja sin siquiera saberlo. Normalmente estos acuerdos implican límites duros en el que la madre subrogada no tiene derecho a sostener a los bebés una vez que nacen y tampoco tienen un acompañamiento psicológico o médico una vez que el embarazo termina.
El simple hecho de que estas condiciones puedan existir ya hace que la industria de la gestación subrogada sea cuestionable. Aunado a esto, está el hecho de que probablemente la mayoría de las mujeres no recurrirían a menos de que estuvieran en una situación de profunda necesidad económica en la que no restan muchas alternativas.
Al mismo tiempo, debido a la experiencia tan envolvente que es el embarazo, a pesar de que las mujeres saben desde un inicio que el hijo en cuestión no es “suyo”, la experiencia física que es el embarazo les dice lo contrario. Viven en carne propia los profundos cambios que la gestación genera a sus cuerpos, incluso en su cerebro, y el convencerse constantemente de que el hijo no es “suyo” va en contra de todas las señales que el cuerpo les manda. Es, de alguna manera, una constante contradicción física y mental.
Existen un número de países que ya están incluyendo la gestación subrogada en sus leyes. Sin embargo, no todos lo hacen de la misma manera. Por ejemplo, en Reino Unido las mujeres pueden actuar como vientres de alquiler pero no pueden tener compensación económica, lo que elimina la posibilidad de la desventaja económica. Por otro lado, en Estados Unidos está legalizada como una práctica con compensación económica a la que incluso muchas celebridades han recurrido, estableciendo una especie de moda.
En Me?xico no hay legislacio?n de la gestación subrogada en general, lo cual deja un campo de incertidumbre juri?dica considerable que permite abusos para las personas, desproteccio?n para los me?dicos, e incluso problemas sobre identidad para recie?n nacidos bajo estas condiciones. La gestación subrogada únicamente ha sido aprobada de Sinaloa y Tabasco, y se encuentran actualmente en vigor.
Por otro lado, Coahuila y Quere?taro, ya incluyen arti?culos en sus co?digos civiles que desconocen expli?citamente cualquier acuerdo de gestacio?n subrogada; es decir, establecen que siempre se presumira? la maternidad de la mujer gestante y que no se podra? hacer va?lido ningu?n acuerdo que diga lo contrario.
El empoderamiento femenino y el feminismo han sido movimientos cuya intención ha sido liberar a las mujeres del peso de las expectativas y obligaciones (y falta de libertades) que el patriarcado les impone por el simple hecho de ser mujeres. Sin embargo, el hecho de que las mujeres puedan hoy en día usar su cuerpo para estos fines y “beneficiarse” de ello sin una protección legal adecuada que tenga en cuenta su bienestar físico, económico y mental lo hace una industria propicia a la explotación de las mujeres en situaciones vulnerables.
Muchos opinan que aquellos que son defensores de la maternidad subrogada en cualquiera de sus dos modalidades: comercial y altruista, olvidan a los dos sujetos más importantes implicados en la misma: la mujer gestante y su bebé. Y a pesar de que es un avance positivo el saber que diferentes parejas o individuos pueden concebirse en padres o madres a pesar de condiciones desfavorables, es importante conocer la realidad sobre estas prácticas y el abuso que pueden generar. La alternativa de ello podría ser la adopción que, a pesar de tener sus complejidades, puede ser una mejor opción.
La realidad es que este es un debate extenso y una práctica que es cada vez más común y no parece que vaya a detenerse pronto. Es por eso que es necesario alertar sobre los abusos y, principalmente, generar un marco legal más estricto que proteja a toda costa a la madre en cuestión.
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