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Kate Cox: luchando por un aborto en Texas

Durante la semana pasada, la lucha por los derechos al aborto y a la autonomía del cuerpo de las mujeres resurgió con el grave caso de Kate Cox en Estados Unidos, quien demandó al estado de Texas (donde el aborto está criminalizado después de las 6 semanas de gestación)  para que le permitieran tener un aborto debido a las complicaciones de su embarazo.

Este caso se ha vuelto sumamente popular debido a sus crueles implicaciones. Además de la fuerte presencia mediática del caso en Estados Unidos, este lunes la Vicepresidenta Kamala Harris mencionó el caso de Kate refiriéndose a él como una injusticia.

Kate Cox es una mujer de 31 años, originaria y residente de Texas. Ella y su esposo tienen dos hijos de 3 y 1 año, respectivamente. Siempre habían soñado con tener una familia grande, y tenían planes de tener 1, o incluso 2 hijos más si fuera posible. Este año Kate quedó embarazada por tercera vez y esto fue un gran motivo de alegría en su hogar.

Sin embargo, conforme fue avanzando el embarazo el panorama comenzó a volverse difícil. Después del primer estudio prenatal Kate quería saber el sexo del bebé y cuando los doctores la contactaron le dieron una noticia que jamás esperó recibir: su bebé tenía un padecimiento llamado trisomía 18 o síndrome de Edwards.

Los efectos de la trisomía 18

Este síndrome es un padecimiento genético en el que la mayoría de los casos no llegan al final del embarazo. Muchos nacen muertos. En el caso de Kate, el embarazo ha estado acompañado de graves problemas para el feto en la salud de órganos vitales, incluido el desarrollo del cerebro, el desarrollo del corazón, la columna vertebral y el desarrollo de las extremidades, entre otros.

Este panorama fue haciéndose más complicado con cada estudio que Kate se hacía a lo largo de las semanas: fue pasando de daños al cuerpo, a daños en el corazón y daño en el cerebro. 

Aunado a esto, Kate comenzó a ver severos efectos en su salud. Ha tenido que ser trasladada de emergencia tres veces al hospital por dolores intensos y secreción de fluido. Además de la progresión negativa en la salud de Kate, su fertilidad e integridad también corren peligro. Kate ha tenido dos cesáreas en ocasiones anteriores, y, en caso de que el feto logre llegar al final del embarazo, el parto también tendría que ser por este método.

Las cesáreas pueden causar cicatrices, y éstas pueden causar infertilidad. También existe el riesgo de que haya una ruptura del útero durante el parto o que termine con una histerectomía, en cuyo caso no podría tener otro hijo. En el caso de Cox, quien ha dicho abiertamente que quiere tener más hijos, el panorama no podría ser más negativo.

Kate Cox. Crédito: Reuters

Luchando por el acceso al aborto

Al ver esta progresión  de los hechos, Kate y su esposo se dieron cuenta de que ninguno de los pronósticos indicaba que el embarazo pudiera terminar con un bebé sano, por lo que comprendieron que lo mejor era tener un aborto.

Kate ha dicho abiertamente que nunca quiso ni imaginó tener un aborto, pero que las circunstancias la han puesto en un lugar en el que es la única opción que tiene para mantener su salud reproductiva y tener la posibilidad de tener un bebé en el futuro. 

El aborto en Texas está criminalizado a partir de las 6 semanas de embarazo. Esto quiere decir que cualquier médico que realice un aborto después de este periodo de gestación puede enfrentar cadena perpetua. Esta ley incluye una excepción para anomalías fetales, a diferencia de las leyes de algunos otros estados.

Aunado a esto, la ley tiene una excepción limitada que permite abortos en algunas emergencias médicas, pero está escrita de una manera tan ambigua que es difícil de analizar, incluso para los expertos en este tema. Consecuentemente, esto otorga libertades a los legisladores para negar el acceso al aborto, incluso cuando la salud de la madre está en riesgo, a pesar de que la ley afirme que existen salvedades en estos casos. 

De ahí que esto mismo haya sucedido en el caso de Kate. Al tener el diagnóstico de trisomía 18 fatal, su médico le indicó que lo mejor para su salud era tener un aborto. Ella procedió a demandar al estado de Texas para poder recurrir a un permiso especial (también llamado excepción médica)  para tener un aborto dentro del estado debido a la gravedad de su diagnóstico.

La corte local que manejó su caso le otorgó este permiso durante el juicio y al hacerlo la jueza dijo “La idea de que la Sra. Cox desee desesperadamente ser madre, y que esta ley podría hacerle perder esa capacidad, es impactante y sería un verdadero error judicial.” 

Ese mismo día, la Suprema Corte de Justicia de Texas contactó a Kate para anular esta excepción. El fiscal general de Texas, Ken Paxton, conocido por su oposición al aborto, apeló inmediatamente el fallo. Y horas después de la decisión del juez, envió cartas a los hospitales donde el médico de Kate Cox tiene privilegios de admisión y escribió que incluso si a Kate Cox se le permite realizarse este aborto, eso no protegerá a su médico de ser procesado legalmente. 

La persecución de la salud femenina

Después de este fallo, Kate recurre desesperadamente a salir del estado para tener un aborto. A estas alturas Kate tenía 20 semanas de embarazo; recordemos que el límite para tener un aborto (en los estados que son más laxos permitiéndolo) es de 24 semanas. 

El caso de Kate se hizo particularmente conocido pues fue la primera mujer en tomar medidas legales contra el Estado aún estando embarazada, ya que los otros casos conocidos son de mujeres que lo hicieron una vez que perdieron al bebé y tuvieron que enfrentar los problemas de salud que el embarazo de riesgo les dejó.

Es importante mencionar que existen varios factores alarmantes de este caso. El primero es la clara persecución a las mujeres y a los profesionales de la salud que intentan ver por la salud de sus pacientes. El politizar, perseguir y tomar decisiones acerca de un procedimiento médico como este, que únicamente afectará a la mujer en cuestión, es a todas luces un grave error.

Esto es igual de equivocado que si la ley comenzara a intervenir en otros procedimientos médicos como extracciones de órganos (cuando es necesario) o cirugías plásticas, para dar un ejemplo. ¿Sería correcto también someterlos a la intervención del estado? Probablemente la respuesta será que no. 

Por otro lado, hemos llegado a un nivel de control sobre el cuerpo de las mujeres que es tan absurdo que ahora son las autoridades legales quienes determinan el riesgo médico que imponen los embarazos (que, por cierto, ya se probó médicamente que ponen en riesgo a la madre y al bebé), y se toman la libertad de decidir no solamente en nombre de la madre, sino en nombre del médico también.

Cuando la ley indica que “permite el aborto en emergencias médicas o cuando la madre está en riesgo serio” es completamente ambiguo qué situaciones se consideran que están en ese margen. ¿Cuánto riesgo es “mucho riesgo”? ¿30% de posibilidad de pérdida de órganos o de la vida? ¿O tiene que llegar al 80%, 90% o 100%? Nadie lo sabe.

Las autoridades legales ahora deciden como si fueran médicos y la realidad es que la voluntad de la madre, la única que realmente cargará con las consecuencias físicas y emocionales, es la que menos tiene influencia en la decisión. La única que vivirá las consecuencias en carne y hueso.

Este es un buen momento para recordar, una vez más, que el aborto es una decisión médica. Las mujeres que deciden tener un aborto no lo hacen como un simbolismo político, lo hacen porque sus circunstancias no les dejan otra opción. Cuando una mujer recurre a un aborto cargará también con todas las difíciles consecuencias físicas y psicológicas que esto le dejará.

Nunca es una decisión sencilla, incluso sin las autoridades externas intentando decidir por ellas. Es tiempo que entendamos esto de una vez por todas y que las autoridades, especialmente de países como Estados Unidos que politizan el aborto cada vez más, dejen de perseguir a las mujeres por simplemente intentar decidir sobre su cuerpo y su fertilidad.

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Constanza García Gentil

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