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Clasismo en México: el caso de Guillermo Herrera y el valor de la apariencia

En México existen múltiples aspectos admirables, pero también persiste un problema profundamente arraigado: el clasismo. No es un rasgo universal, pero sí es constante y aparece con suficiente fuerza como para afectar el tejido social. Lo ocurrido recientemente con el creador de contenido Guillermo Herrera lo demuestra.

Él es conocido por enseñar a vestir con elegancia y sentido estético. Sin embargo, se volvió blanco de críticas por una razón tan cotidiana como reveladora: no posee automóvil y usa transporte público. Esta situación, común en cualquier ciudad del mundo, desató una ola de ataques injustificados.

Las burlas aparecieron con rapidez. Algunos usuarios hicieron comentarios despectivos sobre su estilo. Otros expresaron prejuicios que cuestionaban su autenticidad por no trasladarse en automóvil. Las consecuencias emocionales fueron evidentes. No obstante, también surgió apoyo. Creadores y usuarios se solidarizaron con él y defendieron la injusticia de los señalamientos.

Lo ocurrido no es un hecho aislado. Funciona como un espejo. Refleja cómo, en México, la apariencia sigue siendo una moneda de valor social. Además, se convierte en un filtro para juzgar de manera rápida, ligera y, a veces, cruel, la valía de una persona. En BADHOMBRE creemos lo contrario. La moda es expresión, identidad y creatividad. No es un pasaporte a una clase social. Tampoco es un privilegio reservado. Frente a este episodio, resultó imposible no mostrar apoyo. Nuestra posición es clara: vestirse bien es un acto de autonomía y nunca un motivo de burla o violencia digital.

Hoy es común encontrar contenido sobre moda en redes. Vemos recomendaciones para combinar prendas y consejos de estilo. Este tipo de publicaciones inspiran, pero también se convierten en un espacio donde el clasismo aparece. Entre esas recomendaciones encontramos espacios cuidados, cuerpos hegemónicos y prendas costosas. Aunque muchos creadores trabajan con buenas intenciones, los usuarios interpretan estos mensajes de otra manera. Algo similar ocurrió con Guillermo Herrera.

¿Quién es Guillermo Herrera?

Guillermo Herrera es un estudiante potosino que comparte contenido de moda con dedicación, creatividad y sensibilidad. Sin embargo, su trabajo se vio opacado cuando alguien difundió una foto de él utilizando transporte público. El gesto cotidiano de desplazarse provocó una polémica inmediata. Algunos usuarios cuestionaron que alguien sin privilegios ocupara un espacio que, según ciertos discursos, “no le corresponde”.

Eso no fue todo. En sus redes, Guillermo explicó que recibe comentarios despectivos sobre su apariencia, origen y contexto. No lo atacan por su contenido, sino por “no ser hegemónico”, por “no parecer influencer” o por no tener el físico o el nivel económico que algunos asocian con la moda.

El caso no tardó en crecer. Esta polémica mostró el clasismo arraigado en el país. El mensaje implícito sugiere que verse bien, cuidarse o expresarse mediante la moda es un territorio reservado para quienes encajan en un molde específico. Como si la estética fuera propiedad privada. Como si arreglarse fuera un privilegio. Como si lo que poseemos definiera si podemos expresarnos.

La respuesta de la comunidad

Después de compartir lo que estaba viviendo, Guillermo recibió una ola de apoyo. Muchos de quienes lo respaldaron se reconocieron en sus experiencias. Ahí aparecieron chicos con cuerpos diversos, estudiantes de escuelas públicas y personas sin acceso a ropa costosa. Todos encontraron en él algo valioso: estilo y creatividad.

Una de las muestras de apoyo más visibles fue la de Emiliano Medina, creador con fuerte presencia en redes. Él señaló de manera directa la raíz del problema: el clasismo. Para él, esta polémica expone una creencia equivocada. La idea de que la apariencia correcta se reserva a un estrato social específico. Su comentario abrió un debate más amplio sobre estereotipos y discriminación.

Un caso que importa

Los ataques contra Guillermo no nacen solo del odio gratuito. Surgen del clasismo, especialmente del clasismo internalizado. Ese filtro asigna valor estético según el capital económico. Además, refuerza ideas dañinas:

  • Verse bien es sinónimo de dinero.

  • La estética funciona como marcador de estatus.

  • Ciertos cuerpos y realidades “no deberían” ocupar espacios.

  • Si no naces en el privilegio, tu lugar está en la sombra.

La moda no debería ser un club exclusivo. Debe ser una forma de expresión al alcance de cualquiera que quiera crear, jugar y construir identidad. Recordarlo es esencial en un entorno tan inmediato como las redes.

Un reflejo más amplio del clasismo en México

El caso impulsó una conversación más profunda sobre el valor simbólico de la vestimenta en el país. En México, la ropa funciona muchas veces como un signo visible de estatus. En ciertas sociedades europeas, el buen vestir se vincula con hábito o cultura. En cambio, aquí predomina la percepción de que la ropa refleja nivel económico o profesional.

La Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022 muestra la magnitud del problema. El 23.7 % de la población mayor de 18 años declaró haber sufrido discriminación entre 2021 y 2022. Las causas más frecuentes incluyen la forma de vestir, el tono de piel, la clase social y el lugar de residencia.

Las cifras también revelan diferencias de género. El 24.5 % de las mujeres y el 22.8 % de los hombres reportaron experiencias de discriminación. Algunos grupos presentan tasas más altas. Entre ellos destacan personas de la diversidad sexual y de género, trabajadoras del hogar y personas con discapacidad.

Las entidades con mayor prevalencia fueron Yucatán, Puebla, Querétaro, Ciudad de México y Jalisco. En contraste, Sinaloa, Sonora, Nayarit, Nuevo León y Campeche registraron menores porcentajes. Los motivos principales de discriminación fueron la forma de vestir, el peso o estatura, el género, la edad y las opiniones políticas.

La población indígena, afrodescendiente, migrante y con discapacidad también reportó cifras preocupantes. Entre sus problemáticas destacan la falta de prestaciones laborales, la negación de oportunidades y la percepción de un bajo respeto hacia sus derechos.

La dimensión digital del caso

El episodio de Guillermo se desarrolló en un entorno donde las redes amplifican cada gesto. Él fue fotografiado en un acto cotidiano: viajar hacia su escuela. Algunos usuarios lo señalaron por estudiar en una institución pública y por no pertenecer a un entorno privilegiado. Otros lo atacaron por su apariencia. Comentarios como “gerente de Coppel” o “Qué elegancia la de Ecatepec” reflejaron prejuicios muy arraigados.

La magnitud de las críticas afectó su estado emocional. Llegó a llorar por la presión. Sin embargo, la respuesta colectiva cambió el rumbo de la historia. Creadores de México, España, Colombia y Argentina lo apoyaron. Su plataforma creció. Su cuenta de TikTok pasó de 300 mil a más de un millón de seguidores en un día.

Él compartió un mensaje claro: “La elegancia, la clase y la educación no tienen nada que ver con el estatus económico”. Aunque reconoció que cometió errores, aseguró que seguirá adelante. Su contenido ahora forma parte del Centro Histórico de San Luis Potosí, donde combina atuendos clásicos con escenarios emblemáticos.

Una reflexión necesaria

Lo ocurrido revela una verdad incómoda. El clasismo sigue operando como una fuerza diaria. Decide quién merece ser visto, escuchado o respetado. En este caso, la moda se convirtió en el detonante que expuso esa realidad. También demostró que la comunidad tiene poder para responder. El apoyo hacia Guillermo evidencia que existe una generación que rechaza estos prejuicios.

La moda es expresión. La moda es identidad. Nunca debería ser una herramienta para excluir. El caso de Guillermo Herrera nos recuerda que desmontar prejuicios es urgente y que hablar de estilo también puede ser un acto de igualdad.

@guillermoherreramtzHe cometido errores, y los reconozco. Si en algún momento me puse una máscara o intenté aparentar algo que no era, también lo acepto. La vida me ha enseñado que la verdadera elegancia está en la autenticidad, no en las apariencias. He aprendido, sigo aprendiendo y lo seguiré haciendo, porque he hecho lo que mis retractores no pueden: dar la cara.

? sonido original – GUILLERMO HERRERA

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