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En México, “aún hay discriminación”, revelan abuelas trans

“Las abuelas trans sufrimos mucho”, señala Diana Palacios, de 66 años, cuando recuerda las experiencias que le tocó vivir desde la adolescencia, cuando transicionó y se convirtió en trabajadora sexual a falta de otras oportunidades laborales por la discriminación, publicó Animal Político.

“Soy de Tamaulipas, mis padres eran campesinos. A los 15 años dejé mi pueblo y me vine para la Ciudad de México, donde no conocía a nadie y tampoco imaginaba lo que iba a pasar por ser trans.

En ese entonces comencé a trabajar en un restaurante, pero los dueños me dijeron que no podía estar ahí porque yo era una chica gay, como nos decían antes”, relata.  

Sin dinero y sin lugar en dónde vivir, encontró en las trabajadoras sexuales su única red de apoyo. Fueron ellas quienes la acompañaron en su transición y le enseñaron el oficio que desempeña hasta el día de hoy, ya que con la pensión que recibe del gobierno no le alcanza y no tiene familiares que le colaboren con recursos económicos.  

Debido a su edad, Diana lamenta que cada día es más difícil conseguir clientes, a lo que se suma la violencia por parte de policías y otras autoridades que quitan a las trabajadoras sexuales de las calles, pero “no hay de otra, porque aún ahora es complicado encontrar otro tipo de fuentes de ingreso, aunque quisiera, el ser así hace que te vean mal, que suframos humillaciones y maltrato”. 

“Somos sobrevivientes de aquellos años, unas guerreras”. El ser trabajadora sexual y mujer trans ha sido un doble estigma que Diana, al igual que sus contemporáneas, pagaron con cárcel.  

Con voz entrecortada, recuerda las veces que la llevaron a los sótanos de Tlaxcoaque, donde se ubicó la Dirección General de Policía y Tránsito del Departamento del Distrito Federal entre los años de 1957 y 1989.  

“A cada rato nos metían a la cárcel 15 días y nos tenían a pan y agua, y nosotras por ser ‘jotos, maricones’ éramos discriminadas. Los judiciales nos extorsionaban, nos robaban, nos golpeaban y nos llevaban a ese lugar que ahora creo que es un museo, pero cuando paso por ahí aún tiemblo de miedo por lo que viví”, detalla Diana.

“Vivimos épocas horribles por la policía y porque no éramos muy aceptadas. No teníamos derechos, ni voz, ni nada, y a cada rato nos subían a patrullas, nos desnudaban y nos iban a aventar por alguna calle, o luego nos llevaban a la cárcel donde nos golpeaban, y lo que más dolía era que traíamos el pelo largo y nos rapaban como hombres”, coincide Cecilia López, conocida entre las trabajadoras sexuales como ‘francesita’.  

Aunque apenas está por cumplir 60, Cecilia se considera abuela trans, pues a su edad ya ha superado el promedio de vida que suelen tener las mujeres ha superado el promedio de vida que suelen tener las mujeres transgénero en México, transgénero en México, por lo que considera que, al igual que Diana “somos sobrevivientes de aquellos años en los que vivimos tanto maltrato, unas guerreras”.  

Oriunda de Veracruz, dice que aún con las malas experiencias que ha tenido que pasar en la capital por dedicarse al trabajo sexual, “nunca quise regresar a mi casa, porque ahí sufría maltrato y discriminación por mi sexualidad”. 

“Ahorita ya estamos en el siglo XXI, gracias a Dios, y creo que nos respetan un poco más, porque hay muchas chicas que han alzado la voz, y aunque sigue habiendo discriminación y violencia ya no es como antes”, señala.  

Desafortunadamente, el trabajo sexual continúa siendo una ocupación de riesgo, precarizada y que se complica conforme aumenta su edad, “porque los clientes buscan a las nuevas generaciones”.  

“Soy una de las sobrevivientes, porque a muchas las mataron, otras murieron por enfermedades o por el uso de sustancias, golpeadas en los reclusorios y yo afortunadamente estoy aquí”, se consuela y hace un llamado a las nuevas generaciones:  

“Sigan luchando y sigan alzando la voz, porque nosotras, las nosotras, las abuelas trans, les abrimos camino, pero aún hay discriminación abuelas trans, les abrimos camino, pero aún hay discriminación y lo único que nosotras queremos es vivir nuestra vida”.

Entre la búsqueda de ‘justicia histórica’ y el apoyo de asociaciones ‘Francesita’ es una de las mujeres trans que, luego de décadas de abusos y violencia por parte de las instituciones y la sociedad, fundaron el colectivo Deuda Histórica, con el que buscan que se les haga justicia y que les otorguen una reparación por los daños.  

“Ahí vamos, poco a poco. Hemos tenido diálogos en Derechos Humanos, hemos ido también a la Cámara de Diputados y otras instituciones, donde expusimos los problemas que hemos sufrido”, plantea Cecilia. 

Gracias a la conformación de este colectivo, otras asociaciones como Esquina Libre y Tejiendo Pueblos se han acercado a las abuelas trans para brindarles distintos tipos de apoyo, “ya que es una población que sigue luchando por defender su derecho a una vejez digna”, señala Raúl Velázquez.  

En el caso de Tejiendo Pueblos, Raúl explica que comenzaron a acercarse a las mujeres trans adultas mayores en 2020, cuando se implementaron diversas medidas para atender la pandemia de COVID-19.  

“En ese momento vimos la importancia de apoyar a trabajadoras sexuales de la Ciudad de México y desde entonces hemos mantenido esa iniciativa, que hemos combinado con ayuda para migrantes y otros grupos vulnerables”.  

“Lo que hemos hecho es buscar donativos para comprarles despensas, y comenzamos a darles talleres de autoconfianza, organizamos convivios en los que han participado sus hijas e hijos, así como las personas que nos apoyan con las despensas, y es algo muy bonito, porque las abuelas trans comparten sus experiencias y algunas de las problemáticas que sufren constantemente.

Son momentos intergeneracionales en donde todos aprendemos de todos y tomamos conciencia”, añade el activista. 

Esquina Libre, por su parte, lucha por el reconocimiento del trabajo sexual, reconocimiento del trabajo sexual, y como parte de su labor está el “visibilizar a las compañeras de la tercera edad”, platica Sandra Montiel, integrante de la organización y trabajadora sexual sobreviviente de la violencia ácida. 

“Yo fui atacada hace 24 años con ácido y estuve en mesas de trabajo a lado de María Elena Ríos para impulsar la ‘Ley Malena’, con lo que se logró que las mujeres trans fueran incluidas en ella en la Ciudad de México y otros estados, y también hemos trabajado para que se erradique el cobro de piso para las trabajadoras, pero una de las problemáticas más grandes que seguimos teniendo es la policía”, lamenta. 

Por ello, afirma que seguirán trabajando para que se atiendan estas problemáticas y que se les garantice “el derecho a ser diferentes” 

Con información de Animal Político 

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