La pérdida de atención parece ser uno de los más grandes males de nuestro tiempo. Y no es algo de lo que sufren únicamente las nuevas generaciones (aunque es real que son de los más amenazados) sino que el mundo ha cambiado de una manera en la que cada vez reduce nuestra capacidad de mantenernos concentrados en una sola actividad.
Esto no se trata únicamente de los adictos a las redes sociales o las personas que ya no hacen un esfuerzo por leer un libro (aunque ciertamente son parte del problema) sino que el fenómeno se ha vuelto tan intenso que, si observamos bien, ha sido la manera en la que la vida actual está diseñada que nos ha llevado a perder la concentración.
La hiperconectividad y la ubicuidad nos han llevado a estar constantemente conectados y, al mismo tiempo, estar continuamente expuestos a múltiples estímulos. Pensemos simplemente en el display de una página web para leer un artículo: encontramos botones, anuncios, colores, imágenes, links relacionados, videos, entre otros. Muchas veces la menos parte del sitio es el texto que estábamos buscando en primer lugar. El sitio está diseñado para fragmentar nuestra atención en el menor tiempo posible.
Lo mismo sucede en nuestros cerebros. Hay tantas cosas sucediendo a nuestro alrededor que son pocas las veces que mantenemos un solo pensamiento en nuestra cabeza por un periodo largo de tiempo. Nuestro cerebro, igual que las ventanas de internet y el scrolling en redes sociales, tiene ahora múltiples ventanas abiertas.
La Dra. Gloria Mark, midió la disminución de nuestra capacidad de atención en su libro Attention Span: A Groundbreaking Way to Restore Balance, Happiness and Productivity. «En 2004, medimos que la atención promedio en una pantalla era de dos minutos y medio. En 2011, descubrimos que la capacidad de atención era de aproximadamente 75 segundos. Ahora, las personas solo pueden prestar atención a una pantalla durante un promedio de 47 segundos».
Nuestro cerebro solo puede producir uno o dos pensamientos en la mente consciente a la vez. Tenemos una capacidad cognitiva muy limitada. Imaginemos entonces lo que este constante multitasking de notificaciones y estímulos termina haciendo por nuestra capacidad cognitiva.
El distraernos constantemente tiene un costo real en nuestro desempeño intelectual. Existe un elemento llamado “switch cost effect” que se refiere al costo atencional que nuestro cerebro “cobra” cada vez que estamos cambiando la actividad que estamos haciendo (o distrayéndonos con algo mientras intentamos concentrarnos). Esto significa que si revisas tus textos mientras intentas trabajar, no solo estás perdiendo los pequeños momentos que pasas mirando los textos en sí, sino que también estás perdiendo el tiempo que lleva volver a concentrarte después, lo que resulta ser una cantidad enorme de tiempo.
La película Lawrence de Arabia (1964) dirigida por David Lean es famosa por sus tomas de larga duración en las que se intentaba enfatizar la inmensidad de los paisajes desérticos y la pequeñez de las figuras humanas en ellos. La película tiene una duración total de 3 horas con 36 minutos. Cuando la película se proyectó en cines tenía incluso un intermedio de 15 minutos para facilitar la experiencia de la audiencia.
Esta película fue un enorme éxito; fue la ganadora de múltiples premios incluyendo 7 Óscares. Y esto no solo se debe a que la película estaba bien realizada, sino que la audiencia de esa época tenía los elementos para poder recibirla y entenderla. Hoy en día esto probablemente no sería el caso, o muy seguramente no podría ser un éxito comercial con múltiples premios.
Hoy en día es honesto decir que muchas personas tienen dificultad para concentrarse en un largometraje de 90 minutos (o más). Incluso estando en el cine, la tentación de revisar nuestros teléfonos puede ser demasiada para concentrarnos totalmente en una película. La mayoría de las películas comerciales incluso han cambiado para ser más cortas, tener tomas más dinámicas y algunas tener tramas menos complicadas para que podamos mirar nuestros teléfonos mientras las vemos.
Otro ejemplo de esto puede ser el debate presidencial de Abraham Lincoln vs Stephen Douglas en Estados Unidos en 1858. Este debate tuvo una duración de 3 horas con una declaración de apertura de casi 60 minutos. Tuvo 18,000 asistentes, y podemos asumir que pudieron mantener su atención durante tanto tiempo porque estaban acostumbrados a sostener un mismo pensamiento durante una larga cantidad de tiempo.
Más de 100 años después en 1960 durante el debate presidencial de Kennedy vs Nixon, el primer debate televisado del país, la duración fue solamente de una hora y la declaración de apertura duró 8 minutos. La atención de las personas ya estaba moldeada a la televisión, por lo que el debate se dividió en pequeños pedazos con información condensada y constantes cortes comerciales. Ya no era realista pedirle a las personas que se concentraran por tres horas (simplemente porque los programas de TV no solían durar esa cantidad) pero podían adaptarlos al formato de la televisión.
Si nos adelantamos a los últimos debates entre Kamala Harris y Trump, la mayoría de la gente probablemente no lo vio. Simplemente vieron videos en TikTok e Instagram. Pedir la atención de las personas a este tipo de contenido durante un tiempo prolongado quizá ya no es realista.
Existen múltiples preocupaciones acerca de la tendencia de pérdida de concentración que estamos viviendo. Una de las más importantes es cómo los cerebros de niños pequeños (que todavía no terminan de desarrollarse) están acostumbrándose a múltiples horas de exposición a pantallas al día. Es extremadamente importante que los niños en edades formativas no sean expuestos a esta cantidad de estímulos. La concentración es una habilidad que se desarrolla, y el sistema educativo y principalmente la supervisión en casa debe ser favorecedora para fomentar la concentración profunda.
Al mismo tiempo, nuestra pérdida de atención viene en un momento en el que enfrentamos riesgos sociales en múltiples frentes: amenazas a nuestra libertad, el medio ambiente y la democracia que requieren de nuestra atención. Y para ello es importante que podamos salir del trance de los estímulos y notificaciones y poder observar el mundo real a nuestro alrededor. Incluso cuando eso signifique muchas veces ir en contra de las tendencias que nos rodean.
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