En la crisis migratoria que Estados Unidos está perpetuando, incluso las leyes más respetadas a lo largo de los años se han puesto en duda. El gobierno ha exigido que las personas “entren legalmente” sin embargo los procesos son extremadamente largos y complicados (como si se hubieran hecho a propósito). Incluso las solicitudes de asilo se han cancelado. Excepto para uno de los grupos más inusuales: los sudafricanos blancos.
Un grupo de 59 sudafricanos blancos ha llegado a Estados Unidos, donde se les concederá el estatus de refugiados. Donald Trump ha declarado que las solicitudes de refugio de la minoría afrikáner del país se han acelerado debido a que son víctimas de «discriminación racial».
No obstante, el gobierno sudafricano afirmó que el grupo no sufría persecución alguna que justificara la concesión del estatus de refugiado. El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa declaró haberle dicho a Trump durante una llamada telefónica que la evaluación estadounidense de la situación «era falsa». El presidente dijo que «Un refugiado es alguien que tiene que abandonar su país por miedo a la persecución política, religiosa o económica», declaró Ramaphosa. «Y no encajan en esa descripción».
La administración Trump ha suspendido todas las demás admisiones de refugiados, incluyendo las de solicitantes procedentes de zonas de guerra. Human Rights Watch calificó la medida de cruel manipulación racial, afirmando que a miles de personas, muchas de ellas refugiadas negras y afganas, se les ha negado el refugio en Estados Unidos.
El procesamiento de refugiados en Estados Unidos suele tardar meses, incluso años, pero este grupo ha sido procesado por la vía rápida. ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, confirmó que no participó en la investigación de antecedentes, como suele ocurrir. Al preguntársele directamente el lunes por qué las solicitudes de refugio de los afrikáners se habían procesado más rápido que las de otros grupos, Trump afirmó que se estaba produciendo un «genocidio» y que los «campesinos blancos» estaban siendo atacados específicamente.
Estados Unidos ha criticado la política interna sudafricana, acusando al gobierno de confiscar tierras a los agricultores blancos sin compensación alguna. En enero, el presidente Ramaphosa firmó una controvertida ley que permite al gobierno confiscar tierras privadas sin compensación en determinadas circunstancias, cuando se considere «equitativo y de interés público».
Sin embargo, el gobierno afirma que aún no se han confiscado tierras en virtud de esta ley. En Sudáfrica ha habido frustración por la lentitud de la reforma agraria en las tres décadas transcurridas desde el fin del sistema racista del apartheid. Si bien los sudafricanos negros representan más del 90% de la población, solo poseen el 4% de todas las tierras privadas, según un informe de 2017.
Uno de los asesores más cercanos de Trump, el sudafricano Elon Musk, afirmó anteriormente que se estaba produciendo un «genocidio de blancos» en Sudáfrica y acusó al gobierno de aprobar «leyes de propiedad racistas».Las afirmaciones de un genocidio de blancos han sido ampliamente desacreditadas.
El término “racismo a la inversa” se utiliza a veces para describir situaciones en las que las personas blancas creen que están estereotipadas negativamente o discriminadas debido a su blancura, o que son tratadas de forma menos favorable que las personas de color.
Si bien existen suposiciones y estereotipos sobre las personas blancas, esto se considera prejuicio racial, no racismo. El prejuicio racial se refiere a un conjunto de actitudes discriminatorias o despectivas basadas en suposiciones derivadas de las percepciones sobre la raza o el color de la piel.
Por lo tanto, el prejuicio racial puede, de hecho, dirigirse a las personas blancas (p. ej., «Las personas blancas no saben bailar»), pero no se considera racismo debido a su relación sistémica con el poder. Cuando se sustenta con el poder, el prejuicio resulta en actos de discriminación y opresión contra grupos o individuos.
El “racismo a la inversa” es una idea que se centra en las actitudes prejuiciosas hacia un determinado grupo (racializado) o en el trato personal desigual, concretamente la discriminación. Sin embargo, ignora uno de los indicadores centrales del racismo: el poder.
“Prejuicio más poder (institucional)” es la definición básica ampliamente aceptada de racismo. O, como la definieron dos investigadores en 1988: “Racismo es igual a poder más prejuicio”.
El prejuicio y la discriminación están intrínsecamente ligados a formas institucionalizadas y arraigadas históricamente de racismo sistémico y jerarquías raciales, injusticias y desequilibrios de poder.
La continua falta de representación diversa en posiciones políticas, sociales y económicas de influencia es sólo uno de los muchos indicadores de que aún estamos muy lejos de vivir en una sociedad posracial.
Es importante recordar que el racismo es un concepto que tiene una carga política y social ancestral. Un término que lleva consigo las historias centenarias de diferentes pueblos marginalizados y colonizados, por lo que no se puede usar aleatoriamente en una situación porque así se desea. El racismo no se decide en el momento, es una idea que lleva miles de años construyéndose. Y es por eso que en este contexto, independientemente de las medidas legales que se hayan decretado, no se puede señalar el racismo.
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