Es difícil reconocer que la creencia de que los cuerpos femeninos son más complejos y por eso sabemos menos sobre ellos es más una consecuencia de la negligencia que un hecho científico. Y es que el hecho de que la salud femenina esté atrasada por décadas, que los ensayos clínicos no contemplen a las mujeres y que haya más tratamiento enfocados a hombres es una muestra del rumbo vergonzoso que ha tomado la ciencia.
A lo largo de la historia, los médicos han considerado el cuerpo femenino atípico y el masculino la «norma», a pesar de que las mujeres representan casi la mitad de la población mundial y superan en número a muchos países desde hace varias décadas.
Si bien los cambios políticos y sociales de la década de 1990 han contribuido a cambiar la situación, las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en la investigación, muchas veces de forma flagrante. Muchos investigadores médicos incluso evitan realizar estudios con ratones hembra debido a los mayores costos asociados con la compra y el alojamiento de ratones de ambos sexos y a la preocupación de que las fluctuaciones hormonales y del sistema reproductivo de los ratones hembra puedan distorsionar los resultados del estudio.
El sesgo histórico, las políticas diseñadas para proteger a los fetos de la exposición a medicamentos y tratamientos, y los continuos desafíos para reclutar y retener a las mujeres en ensayos clínicos e investigación médica limitan la comprensión de cómo las mujeres, y en particular las mujeres racializadas, experimentan las enfermedades y cuál es la mejor manera de tratarlas para muchas afecciones.
@ilovefaridehNEW song out today! Who new womens health could hit so hard!? Female Body – Farideh
Según el Instituto Katz para la Salud de la Mujer, “Las pacientes sufren constantemente una manipulación excesiva sobre su salud física y mental”. Con ello hacen referencia a varias de las disparidades más comunes en el trato médico que reciben las mujeres: las enfermedades cardíacas en mujeres tienen mayor probabilidad de ser diagnosticadas erróneamente con ansiedad; las mujeres con trastornos autoinmunes tienen mayor probabilidad de que sus síntomas se atribuyan a la depresión; los quistes ováricos se suelen ignorar como “dolor menstrual normal”; las mujeres tienen que esperar más tiempo para ser atendidas y para obtener analgésicos que los hombres con los mismos síntomas.
La Dra. Mary Claire Haver, ginecóloga y obstetra, describe esto como la “brecha de género en el dolor”, el hecho de que “si bien las mujeres experimentan más dolor crónico y más enfermedades crónicas que los hombres, su dolor es más propenso a ser minimizado y maltratado”.
La Dra. Haver explica que las mujeres tienen mayor probabilidad de que se les receten sedantes o antidepresivos, en lugar de analgésicos, cuando refieren dolor. También pasan menos tiempo con los médicos, en promedio, que los pacientes masculinos.
No solo los médicos minimizan y desestiman con frecuencia los síntomas de cada mujer, sino que las instituciones de investigación médica han fallado, y siguen fallando, a las mujeres en general. Simplemente no disponemos de suficientes datos sobre la salud femenina, porque el cuerpo masculino sigue siendo considerado el estándar en los estudios clínicos y la educación médica.
En su libro Invisible Women: Exposing Data Bias in a World Designed for Men, Caroline Criado Perez describe la irregularidad del historial de investigación en lo que respecta a las afecciones médicas que afectan principalmente a las mujeres. Por ejemplo, si bien el síndrome premenstrual y el dolor menstrual afectan al 90% de las mujeres, existen aproximadamente cinco veces más estudios sobre la disfunción eréctil que sobre el SPM, a pesar de que solo el 18% de los hombres la padece. Además, existen muchas menos opciones de tratamiento para el SPM grave y la dismenorrea que para la disfunción eréctil.
Tan solo en el caso de la endometriosis (enfermedad que afecta a más de 200M de mujeres en el mundo) la financiación para empresas dedicadas a la disfunción eréctil fue seis veces superior a la de la endometriosis (1240 millones de dólares, frente a 44 millones).
En este libro también se describe cómo muy pocos ensayos clínicos incluyen mujeres, lo que significa que tenemos mucho menos conocimiento sobre cómo diversos medicamentos afectan el cuerpo femenino. Un informe de la Oficina General de Contabilidad de EE. UU. reveló que menos de la mitad de los medicamentos recetados se habían probado para determinar si sus efectos diferían según el sexo del paciente y, en caso afirmativo, cómo lo hacían. Además, los ensayos clínicos a menudo se presentan como igualmente aplicables a hombres y mujeres, incluso cuando no hubo participantes femeninas en el estudio.
No se trata sólo de una cuestión de igualdad de representación, sino que es realmente significativo desde el punto de vista biológico porque, según el informe de Pérez, “los investigadores han encontrado diferencias sexuales en todos los tejidos y sistemas de órganos del cuerpo humano”.
Otro ejemplo importante y reciente de la omisión ha sido la manera en la que se realizaron los ensayos clínicos de la vacuna de COVID-19. Después de haberla recibido, muchas mujeres comenzaron a notar irregularidades en su ciclo menstrual. Ha habido informes variados sobre la aparición y gravedad de cambios en la menstruación, incluida la duración media del ciclo, los días de sangrado, la intensidad del sangrado y el dolor menstrual, después de recibir las vacunas contra la COVID-19. Sin embargo, esto no fue conocimiento común hasta que se comenzó a aplicar la vacuna. Lo cual solo puede indicar que no hubo suficientes mujeres presentes en el ensayo clínico. Y lo que es peor, si las hubo y aún así decidieron ignorar esta advertencia, entonces estamos hablando de una negligencia a propósito.
No es posible que podamos hablar de ciencia real excluyendo a las mujeres de maneras tan flagrantes. El decidir no usar cuerpos femeninos (incluso de animales) en los ensayos clínicos porque son más complejos o es más caro habla de una falta de habilidad y discriminación de la comunidad médica que, aparentemente, se ha vuelto la regla y no la excepción.
Esto no habla solo de una enorme falla para la salud femenina, sino para la especie humana en general. Mientras no le demos la atención adecuada a todos los cuerpos seguiremos hablando de una ciencia parcial y discriminatoria.
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