La violencia detrás de GRWM con audios de mi ex

Las redes sociales han servido mucho como vehículo de denuncia, especialmente durante los últimos años. Ha servido para exhibir a criminales como el Fofo Márquez y Christian N (agresor del caso Melanie) para dar unos pocos ejemplos. Sin embargo, al pensar en estos casos normalmente pensamos en algo escandaloso, algo que quizá no se ve todos los días y por su misma brutalidad termina volviéndose tan conocido y digno de denuncia.

 

Y hemos vuelto a ver la denuncia masiva a través de TikTok con el trend “GRWM con audios de mi ex” en el que mujeres han subido videos maquillándose (siendo fieles al trend GRWM=get ready with me) solo que en lugar de acompañarlo con música o voiceovers explicando sobre los productos o las técnicas, han decidido acompañarlos con notas de voz violentas de hombres con los que aparentemente tuvieron una relación.

@yosoy_jellyNuevo grmw ???????? original sound – Jelly !!!?°??? ??

 

¿Por qué es importante?

Esta imagen inofensiva y femenina de una mujer maquillándose que a su vez es muy común en el mundo de TikTok se junta con una representación sumamente cruda de lo que aparentemente tuvo que vivir la persona a la que estamos viendo. El trend es incómodo porque nos obliga a escuchar lo que miles de mujeres tienen que vivir diariamente, en un formato digerible y a la vez frío.

 

Videos como éstos acumulan cientos de miles de vistas y miles de comentarios, los cuales oscilan entre la burla hacia al agresor y la empatía hacia la víctima. Y la cantidad de videos del trend con el número de interacciones que acumula nos deja clara una cosa: esto es increíblemente común.

 

Y es esto lo que más escandaliza de este trend: la verdadera representación de la banalización de la violencia. Que, aparentemente, tan común y fácil como puede ser para una mujer el hacer un video de sí misma maquillándose es el haber sido víctima de algún agresor, que pudo oscilar entre el manipulador, mentiroso, gaslighter, chantajista, narcisista, celoso, posesivo, grosero, etc. Pero al final del día todos tienen la misma característica en común: son unos agresores.

@zaar.cor en fin, hombres #fyp #grwm #paratiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii #humor ? sonido original – zaar.cor

Identificando al agresor

Y es que aunque suene simple, genuinamente no lo es. Y esto se debe a que, al momento de que alguien se convierte en agresor, no hay cómo saber hasta dónde llegará. Independientemente que sea alguien que conocemos, en quién creíamos confiar, alguien que creemos que nos ama (y a quién amamos también): una vez que la violencia empieza no hay cómo saber dónde acabará. Y prueba de ello son las cientos de miles de mujeres que han muerto en manos de sus respectivas parejas, independientemente de su clase social o poder adquisitivo. El agresor puede venir de cualquier lugar. 

 

No es un hecho que todos los hombres que incurren en violencia económica o psicológica terminarán siendo golpeadores, pero la relación de víctima y victimario que existe con los golpeadores (y que es esencial en cualquier dinámica de violencia) ya existe con ellos también. Y es ahí dónde radica la verdadera preocupación. 

 

La violencia contra la mujer, en particular la violencia de pareja y la violencia sexual, es un importante problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de la mujer.

Las estimaciones publicadas por la OMS indican que, a nivel mundial, aproximadamente 1 de cada 3 mujeres (30%) han sido víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja o de violencia sexual por parte de alguien que no es su pareja a lo largo de su vida.  Esta cifra representa aproximadamente 120,000 millones de mujeres, esto es una cifra escandalosa. No hay manera de subestimar este fenómeno, y mucho menos cómo surge.

 

La mayor parte de esta violencia es violencia de pareja. A nivel mundial, casi una tercera parte (27%) de las mujeres de entre 15 y 49 años que han estado en una relación de pareja informan que han sido víctimas de alguna forma de violencia física y/o sexual por parte de su pareja.

 

Sin embargo, es importante entender que la violencia es binaria, está o no está. Y no solo eso, la violencia es también un espectro que va aumentando por grados, es decir: una mujer que sufre violencia doméstica pudo haber empezado con simplemente algunas “burlas” violentas o comentarios minimizantes que con el tiempo se convirtieron en manipulación, control, golpes e insultos. Con el tiempo ya no hubo lugar seguro, no hubo ropa adecuada ni lugar para el diálogo. El mismo “carácter fuerte y protector” de la persona por quién se enamoró terminó en un ciclo de violencia de la que ya nunca supo cómo salir.

 

A pesar de que pudiera parecer superficial o incómodo, cualquier medio es válido e importante si logra concientizar a las personas sobre cómo se ve y se vive la violencia. Especialmente para que aquellos que la viven puedan reconocerla, nombrarla y poder pedir ayuda.

 

La violencia es subrepticia, sigilosa, furtiva. Hasta que se hace completamente evidente. Y quién la sufre no entiende de dónde vino, sin darse cuenta que la realidad es que siempre estuvo ahí. 

 

Aprender a reconocerla (todos) más allá de cualquier costumbre o tradición tóxica inmersa en nuestras culturas y nuestras familias es el arma más grande que tenemos para dejar de reproducirla y aguantarla. 

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