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¿Por qué amamos las películas de Navidad?

Pocas cosas probablemente sean más tradicionales de esta temporada que las películas de Navidad. Desde Home Alone pasando por The Holiday hasta el Grinch, parece que hay películas para todos los gustos. Sin embargo, durante los últimos años la cantidad de películas de Navidad ha aumentado considerablemente. Esta tendencia comenzó en 2019 con aproximadamente 100 lanzamientos durante ese año, y solo ha aumentado en el marco de la pandemia de COVID-19 y las subsecuentes crisis sociopolíticas que el mundo ha atestiguado desde entonces.

 

De manera que conforme la vida se ha vuelto más complicada, parece que necesitamos cada vez más esta receta formulaica de películas que parecen tener bajo contenido cinematográfico (en términos de narrativa) pero son altamente reconfortantes.

 

A medida que las películas navideñas llevan a los espectadores a un mundo ficticio, las personas pueden superar sus propios miedos y deseos sobre la autoestima y las relaciones. Estas películas pueden brindar consuelo, reafirmación y, a veces, incluso un incentivo para seguir superando situaciones difíciles. Las películas ofrecen esperanza al creer que todo puede salir bien al final. Algo que probablemente es el deseo de todos los seres humanos  a partir de las novelas y películas de Hollywood.

 

Y es que las películas de Navidad no son solo una decisión de entretenimiento, sino que muchos dicen que son una especie de ritual de fin de año. Los rituales se pueden definir como acciones que transforman la vida cotidiana de las personas.

 

Las películas navideñas hacen algo similar, excepto que la “fuerza trascendente” que hacen sentir a los espectadores no tiene que ver con Dios ni con otro ser supremo, sino que esta fuerza es más secular: es el poder de la familia, el amor verdadero, el significado del hogar o la reconciliación de las relaciones.

 

Además de esta idea de que todo saldrá bien al final, el ritual de ver películas navideñas también es algo que hace que a muchas personas les encanten. Sentarse juntos como familia, ver películas llenas de nieve cayendo, Santa Claus volando, sucesos mágicos, deseos cumplidos y finales felices, evoca una sensación de unión, esperanza y alegría.

Los clásicos navideños

Hay muchas películas navideñas que suelen estar dirigidas a los niños, como la franquicia Home Alone o Santa Cláusula, por ejemplo. Estas películas suelen seguir una fórmula similar o tienen tropos como un héroe reticente o inesperado que demuestra su valía al final de la película, un fuerte mensaje de redención y el tema de abrazar y celebrar la Navidad.

Otra película que se suele ver en esta época del año es “The Family Stone”, de 2005, que retrata los enfrentamientos de una familia en su mayoría normal, pero muestra a los espectadores que las peleas se pueden resolver y que es posible la armonía.

La película navideña británica de 2003 “Love Actually”, que sigue la vida de ocho parejas en Londres, lleva a los espectadores el tema perenne del romance y las dificultades de las relaciones.

Y es que parece que estos cuentos predecibles llenos de luces, paisajes nevados y personas atractivas siempre terminan teniendo un lugar especial en nuestras vidas.

No importa cuál sea el estado de la economía o de la política, existe un apetito extraordinario por una programación simple, cursi, poco sofisticada y fácil de ver.

Después de un trauma tan grande como ese, la gente se asusta mucho y busca formas de sentirse más reconfortada. Es verdad que las películas no van a resolver los problemas del mundo, pero es un lugar al que puedes acudir y tu cerebro tiene la tranquilidad de poder anticipar algo y que eso suceda.

 

Los efectos del estrés y la ansiedad crónicos

Durante dos años y medio, estuvimos hipersensibles a cualquier tipo de amenaza debido al estado del planeta durante la pandemia. Y, cuando le provocas estrés crónico a alguien, su cerebro no vuelve automáticamente a la normalidad. Esta hipervigilancia hace que la gente anticipe las amenazas en lugar de buscar las cosas buenas.

 

Si a esto le sumamos el malestar social, un clima político incierto y acontecimientos actuales preocupantes, no es de extrañar que busquemos formas de escapar hacia algo más alegre y mágico.

 

Es por eso que las películas de Navidad probablemente no cambiarán pero nuestra necesidad por ellas tampoco. El vivir en un universo idóneo donde podamos proyectar nuestras carencias es probablemente una fórmula atemporal para cualquier año, e incluso cualquier época. 

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Constanza García Gentil

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