En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (conmemorado desde 1981) vale la pena reflexionar sobre todo lo que puede constituirse como agresión y cómo la violencia se construye.
La violencia puede ser explícita en muchas ocasiones y en ellas normalmente es más fácil para la víctima entender que efectivamente está siendo el objeto de violencia. Sin embargo, no siempre es tan fácil. La estructura tradicionalmente vertical en la relación entre hombres y mujeres y las costumbres de autoritarismo que permean en estas relaciones permite que existan dinámicas violentas disfrazadas de “tradición” o “conservadurismo”.
Pongamos el ejemplo con las drogas. Muchas personas dicen que la marihuana suele ser la puerta de entrada a drogas más duras. Sin embargo, aunque «menos dañina» sigue siendo considerada una droga. Lo mismo se podría decir de la violencia contra la mujer. Si bien la violencia puede no siempre empezar con golpes, la violencia verbal, psicológica y emocional son una puerta de entrada que da paso a violencia cada vez mayor. Una vez que la violencia de cualquier tipo empieza, no podemos saber a ciencia cierta dónde terminará.
No es un hecho que todos los hombres que incurren en violencia económica o psicológica terminarán siendo golpeadores, pero la relación de víctima y victimario que existe con los golpeadores (y que es esencial en cualquier dinámica de violencia) ya existe con ellos también.
El chantajear, controlar y hacer la ley del hielo son comportamientos usuales que se puede ver en relaciones donde el hombre puede necesitar tener el liderazgo todo el tiempo. Y son actos violentos reales que dan pie a muchos otros más por la dinámica que generan.
La violencia contra la mujer no se limita a la violencia física, sino que es mucho más amplia e incluye el abuso sexual, emocional, psicológico y económico. Se pueden dividir dos tipos principales de violencia contra la mujer: la violencia doméstica y familiar y la agresión sexual.
A nivel internacional, la Declaración de las Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra la mujer ofrece la siguiente definición:
“Por violencia contra la mujer se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.
Las leyes de cada país son diferentes. Si bien no existe una definición única, los elementos centrales de la violencia doméstica incluyen:
En un editorial recientemente publicado por el diario El País, María Luz Nochéz otorga un brillante testimonio sobre la violencia que merece ser reflexionado. Violentadores como Dominique Pelicot, Harvey Weinstein, Fofo Márquez, OJ Simpson y Larry Nassar (entre muchos otros) no son monstruos, sino, como lo indica la autora, son hijos sanos del patriarcado convencidos de que los cuerpos de las mujeres son su territorio y que pueden disponer de ellos sin ningún tipo de consentimiento o siquiera castigo.
De acuerdo a la Dra. Ligia Orellana, psicóloga social e investigadora sobre prejuicios, discriminación y dinámica de grupos, el ambiente en el que los perpetradores crecen es clave para entender por qué se naturaliza la violencia hacia las mujeres y la manera en la que desde la infancia asimilamos las normas de género. Esto quiere decir que, si el hombre en cuestión es criado en un ambiente en que la violencia explícita y simbólica contra las mujeres son normalizadas, entonces no tendrá ningún reparo replicando el mismo comportamiento en sus propias relaciones sociales.
Y estas son, a final de cuentas, relaciones de poder. Relaciones en las que el hombre está tan convencido de que la mujer es una parte más de su propiedad que se siente en el derecho de ejercer violencia. Y lo que no vemos es que esto no es simplemente “parte de su carácter” sino que es una dinámica que deshumaniza a cualquier mujer con la que se relaciona.
Y eso es lo que la violencia es. No es tradición ni conservadurismo. Es la constante deshumanización de las mujeres que se presenta de tantas maneras.
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