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La sustancia: un absurdo muy similar a la realidad

La película La Sustancia (dirigida por Coralie Fargeat y protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley) ha causado polémica por su manera extremadamente gráfica y visceral de transmitir su mensaje: cómo la industria obliga a las mujeres a llegar a extremos devastadores para mantenerse jóvenes y bellas a los ojos que a su vez las cosifican.

 

¿Qué pasa en la película?

La película gira alrededor de la historia de Elisabeth Sparkle (Demi Moore), la estrella que ha hecho una enorme carrera de videos de ejercicio en un famoso canal (similares a los de Jane Fonda en la década de los 80). Una carrera vivida frente a las cámaras (primero como actriz célebre y luego como instructora de fitness de celebridades en el programa llamado “Sparkle Your Life with Elisabeth”) termina abruptamente cuando su jefe, el ejecutivo llamado Harvey (Dennis Quaid) decide que es demasiado mayor para continuar protagonizando el programa.

 

En la película podemos ver que el mundo de Elisabeth está rodeado de su propia imagen reflejada en diferentes lugares, ya sea en el espejo o en fotos de ella por doquier, desde pósters y retratos a espectaculares. La imagen de su versión más bella es omnipresente, y parece perseguirla a donde quiera que va, lo cual termina por volverla loca, sintiéndose obsoleta. Y lo que es peor (y a la vez extremadamente real) es que se siente invisible, prácticamente inexistente por ya no ser considerada joven y deseable. La extraña dualidad entre sentirse invisible y al mismo tiempo sentir que lo único que los demás pueden ver es su vejez.

 

Elisabeth sigue siendo hermosa para los ojos de cualquier espectador de la película (Demi Moore tiene más de 60 años), pero al verse constantemente rodeada de una versión de sí misma con más colágeno, termina por recurrir a las últimas instancias para dejar de sentirse así.

 

Es entonces, descubre una forma de cambiar su vida por completo. Después de terminar en el hospital después de  un accidente automovilístico, un extraño termina por contactarla con “la sustancia”. Este tratamiento enigmático viene en una caja llena de jeringas y líquidos. Una vez administrado, The Substance promete que surgirá «una mejor versión de ti misma». La caja, sin embargo, es muy clara con su mensaje: “You are one”, refiriéndose a que las dos versiones están simbióticamente relacionadas. La regla más importante del uso de “la sustancia” es que tiene que estar 7 días en el cuerpo joven y 7 días en el cuerpo viejo (mientras se “alimenta” al cuerpo que no está en uso) sin excepciones.

 

Sola en su baño, Elisabeth da a luz (a través de su espalda) a una glamurosa y joven versión de sí misma (Margaret Qualley), que se hace llamar Sue y hace una audición para el antiguo puesto de Elisabeth en la televisión. Lo consigue, por supuesto, porque Harvey apenas puede contenerse cuando ve su brillante leotardo rosa, su sonrisa, su trasero perfectamente redondeado. El nuevo programa actualizado se llama “Pump It Up With Sue” y es un éxito magnífico.

 

Elisabeth es muy consciente de que la industria puede perdonar muchas cosas, pero el envejecimiento no es una de ellas. Es por eso que a través de Sue puede seguir viviendo la vida que siempre quiso, a pesar de objetivación constante a la que es sometida, con tomas largas y estáticas a partes específicas de su cuerpo, como su trasero, emulando la mirada masculina. Cabe mencionar que este último elemento es un elemento muy importante y constante en la película, y estas tomas son un recurso básico para poder traducir este punto. Al concentrarse demasiado en solamente una parte del cuerpo de la mujer (con tomas tan largas y específicas que no pueden ser sutiles) dejamos de ver a la persona y solo vemos una parte, como si la persona literalmente dejara de existir.

Escalofriantemente real

Como es de esperarse, el uso de esta sustancia deshumanizante termina por salir mal, ya que Elisabeth (la película no es clara en cómo a pesar de estar conectadas y “ser la misma persona”, tanto Sue como Elisabeth tienen su propia mente) termina por abusar del uso de su “yo” joven, viviendo como Sue durante meses enteros y envejeciendo de manera decrépita el cuerpo de la Elisabeth original como consecuencia. 

 

El final de la película termina siendo una mezcla impresionante entre el absurdo, el asco, el exceso y, quizá lo que es peor de todo, una resonancia con la realidad que vivimos. 

 

La premisa básica de la película es cómo la sociedad ha satanizado el envejecimiento natural para las mujeres, y las ha obligado a llegar a extremos absurdos, dolorosos y deshumanizantes únicamente para no aparentar algo que es completamente natural.

 

Esta película no nos solo recuerda los absurdos estándares de belleza femenina y el poder destructivo de la fama, sino que lo refleja en el espectador. La crítica más fuerte no tiene que ver con los cuerpos, sino con la forma en que nos hemos acostumbrado a mirarlos y el efecto que eso tiene en los nuestros y ,principalmente, en cómo vemos el mundo. 

 

Es sumamente fuerte ver las escenas viscerales de The Substance, en las que se desgarra la piel y se drenan los fluidos corporales a través de tubos retorcidos. La película es sensorialmente intensa en todos los sentidos. Sin embargo, cuando Sue sale al mundo, la directora lo presenta como un mundo de maravillas lo suficientemente embriagante como para que valga la pena el dolor de su transformación.

 

Quizá lo más duro de esta película es lo realista que es, a pesar de lo mucho que intenta ser absurda, grotesca y exagerada. A pesar de que las imágenes sean explícitas y quizá no todos las toleren, los estándares absurdos de belleza a los que son sometidas todas las mujeres son universales. 

 

Al mismo tiempo, el enfoque exagerado parece un argumento en sí mismo, dado lo poco que ha cambiado esta permisividad, incluso a la luz de campañas como el movimiento body positive. Los estándares de Hollywood para las mujeres mayores se han relajado en comparación con décadas atrás, aunque la definición tácita de envejecer agraciadamente sigue siendo sumamente restrictiva, yendo en contra de lo que la realidad de envejecer significa.

 

Esta película, a pesar de ser visceral y exagerada, refleja un concepto totalmente real y vigente, que es lo que termina siendo lo más absurdo de todo ello. Y algo que deberíamos aspirar a cambiar, después de haberlo visto de una manera tan impresionante, perturbadora y, a final de cuentas, identificable en la vida real.

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Constanza García Gentil

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