Una de las discusiones más polarizantes en el auge de la discusión sobre la inteligencia artificial ha sido su papel en el arte. Debido a la manera en la que los softwares de I.A. se vuelven cada vez más sofisticados y mejor entrenados, muchos han comenzado a preocuparse (y con razón) sobre cómo la inteligencia artificial podría intervenir en el futuro de la creación del arte.
Una discusión sin consenso
La discusión al respecto ha sido exhaustiva y muchos, desde expertos hasta usuarios han contribuido a ella. Por un lado existe la noción de que el arte debe ser creado con intención, que el arte es marcado profundamente por la historia única de vida de la persona que lo cree, que su experiencia única le da un valor diferente más allá de solamente su valor estético o artístico. De manera que a pesar de que la inteligencia artificial tenga acceso a millones de referencias que una persona humana quizá jamás tendrá, la falta de sentimiento, intención y conocimiento real hacen que el producto de la inteligencia artificial no tenga el mismo valor que aquél creado por una persona.
Un ejemplo de esto es el hecho de que ChatGPT pueda generar oraciones coherentes nos invita a imaginar que entiende el lenguaje de una manera que quizá el texto predictivo del teléfono celular no puede, pero no tiene una intención verdadera de comunicarse. Al no ser un ente humano, en realidad no tiene nada qué decir. Y el simple hecho que no tenga un deseo real de expresarse y de necesitar externar un mensaje hace que el valor del producto creado caiga considerablemente.
En un ensayo publicado por el autor Ted Chiang en agosto, el autor determina que el arte exige tomar decisiones en todas las escalas; las innumerables decisiones a pequeña escala que se toman durante la implementación son tan importantes para el producto final como las pocas decisiones a gran escala que se toman durante la concepción. Es un error equiparar “gran escala” con “importante” cuando se trata de las decisiones que se toman al crear arte; la interrelación entre la gran escala y la pequeña escala es donde reside el arte.
Por otro lado, existen quiénes creen que la I.A. es simplemente una herramienta, y que a su vez podrá ser de utilidad para los que decidan usarla, incluyendo a los artistas.
En el ámbito de la creación artística, muchos sostienen que la IA es una fuerza revolucionaria que abre las puertas a nuevas formas de expresión y colaboración. Los artistas pueden aprovechar la IA para mejorar y apoyar su proceso creativo de múltiples maneras.
Por ejemplo, los artistas pueden utilizar herramientas de IA para inspirarse e investigar. La IA les permite acceder rápidamente a un vasto repositorio de estilos artísticos, tendencias históricas y motivos culturales, obteniendo información que llevaría incontables horas recopilar manualmente. Los algoritmos de IA, con su capacidad de procesar y analizar grandes conjuntos de datos, pueden descubrir conexiones y patrones ocultos dentro de la historia del arte, sugerir nuevas combinaciones de estilos o incluso simular la evolución de los movimientos artísticos.
La creación de arte mediante tecnología de inteligencia artificial genera debate sobre su verdadera autenticidad y valor creativo. Si bien la inteligencia artificial tiene la impresionante capacidad de emular diversos estilos artísticos, no logra encapsular las emociones, experiencias y perspectivas únicas que son esenciales para crear arte verdaderamente original. Esta situación plantea una amenaza al valor de la creatividad humana, y puede conducir a un arte que, si bien es técnicamente impresionante, carece de la profundidad que caracteriza a la expresión artística genuina.
El futuro del arte y la IA
Aunque la IA está ganando cada vez más protagonismo en el sector del arte, no tiene por qué ser considerada una amenaza. Muchas personas consideran que la IA es una herramienta peligrosa y a su vez muchos consideran que no debería percibirse de esta manera. En lugar de considerarla un sustituto de la experiencia humana, han sugerido verla como una herramienta de progreso que se puede utilizar junto con los seres humanos para mejorar la calidad de su trabajo.
Quizá la inminente inclusión de la IA en nuestras vidas hace más evidente lo mucho que necesitamos el factor humano para ciertas cosas, y el arte sin duda alguna es una de ellas. Quizá el arte podría ser uno de los aspectos en los que la IA no sea tan avanzada y que a su vez la creación humana encuentre nuevos horizontes y alcances gracias a ello.
Sin embargo, es importante que como sociedad estemos alerta a los avances de la IA y alzar la voz cuando éstos amenacen nuestra seguridad y bienestar. Y en el caso del arte, cuando amenacen las condiciones de trabajo y apreciación de los artistas. La IA no debería siquiera de pensarse como una herramienta que podría hacer al arte hecho por humanos obsoleto, sino como algo que subraye todavía más su valor y aprecie más su trabajo en el mercado y en la sociedad.
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