A lo largo de la historia, la moda ha sido un vehículo que ha sido capaz de imprimir diferentes etapas de la historia en sus características. Sin embargo, esto siempre ha sido más fácil de comprobar en el caso de las mujeres: desde las crinolinas hasta las faldas acampanadas pasando por las minifaldas, la moda ha sido un vehículo no solamente de las tendencias, sino que ha estado íntimamente ligada al estado de independencia de las mujeres en la época y al tipo de cuerpo al que se debía “aspirar” en el momento.
¿Cómo se ha presentado esta tendencia?
A lo largo de la historia, la moda se ha utilizado para expresar estatus social y poder adquisitivo. Las personas que podían permitirse el lujo de comprar lujosos vestidos de seda y trajes elaborados mostraban su riqueza en forma de moda. Las limitaciones físicas de las prendas también comunicaban la riqueza. Las prendas estaban diseñadas para hacer la movilidad físicamente imposible, comunicando todavía más que esta clase social no se dedicaba a los trabajos manuales.
La crinolina era una prenda interior que retenía físicamente a las mujeres en una jaula circular. Cuando empezaba a vestirse, una mujer permanecía atrapada en esta estructura y observaba cómo los sirvientes apilaban vestidos pesados y enaguas capa por capa sobre ella, aumentando el peso y la tensión física sobre su cuerpo.
Estas prendas, a pesar de ser elaboradas y estéticamente bellas, transmitían un mensaje: el propósito de una mujer era verse bonita. Su objetivo más importante en la vida debería ser alterar su cuerpo según los estándares de belleza que la sociedad exigiera en ese momento, incluso si eso le causaba malestar o inmovilidad.
Moda y estándares de belleza
A pesar de que las crinolinas y los corsets quedaron en el pasado, este tipo de relación con la moda permaneció: a lo largo del tiempo hemos visto cómo la moda ha limitado la movilidad de las mujeres y las ha obligado a estar físicamente incómodas para seguir las modas.
Y estas modas también deseaban reflejar los estándares inalcanzables de belleza que cada época quería imponer en las mujeres: en los años 90 se hizo popular el cuerpo ultradelgado de modelos como Kate Moss y Naomi Campbell, mejor conocido como heroin chic. Posteriormente en los años 2000s, el tipo de cuerpo de las modelos de Victoria’s Secret (delgadas con pechos grandes pero sin mucha definición de los músculos) era el estándar al que debíamos aspirar.
La moda como vehículo de opresión
Y los estándares de belleza de cada época han ido de la mano con cada tendencia: jeans de tiro bajo en los 2000s, ropa ajustada en los 90s, etc. Y en todas estas épocas la moda ha seguido obedeciendo el propósito de reflejar el estándar de belleza del momento y en ningún momento ha intentado preferir la funcionalidad o la comodidad.
De alguna manera, la moda ha sido un vehículo que ha continuado propagando nuestra opresión. Imaginemos a una adolescente de 18 años que va a una fiesta en un club nocturno en el año 2009: la moda de la época la hará sentir que debe usar tacones y un vestido ajustado. Probablemente no se pondrá un suéter aunque haga frío, pues eso arruinará la vestimenta. Ambas prendas limitarán su movilidad y la obligarán a constantemente tener que ajustar su vestido cada vez que se sienta o se mueva.
Más tarde en la noche, esta chica deberá salir corriendo porque se enfrenta a una situación en la que su integridad corre peligro, y toda su vestimenta estará conspirando en contra de sus posibilidades de evitar una situación de violencia o peligro; su ropa no tiene bolsillos (por lo que probablemente no logrará salir con las pertenencias que necesita) su vestido no le permitirá moverse rápidamente y sus tacones no le permitirán correr (a menos de que se los quite, pero salir corriendo descalza por la calle también es peligroso).
Y esta ha sido constantemente la historia de miles de mujeres a lo largo de los años: nuestra ropa ha sido principalmente un vehículo de satisfacción para los demás y no necesariamente un instrumento que sirva para nuestra funcionalidad y comodidad.
Tomemos, por ejemplo, el celular. Hoy en día todos salimos con uno, pero la mayoría de los bolsillos diseñados para mujeres en sus pantalones o chaquetas no permiten un uso práctico. Si la prenda realmente tiene bolsillos funcionales, el tamaño es demasiado pequeño para llevar un smartphone mediano.
La mayoría de las veces la ropa de mujeres ni siquiera tiene bolsillos: un ejemplo son los jeans que tienen una costura que emula un bolsillo pero en realidad no es un bolsillo. Por otro lado están los micro bolsillos a los que no les cabe más que una moneda.
Existen teorías que explican la falta de bolsillos en la ropa femenina diciendo que la razón detrás de esto (además de “preservar” la silueta) era el mantener a las mujeres bajo el yugo de los hombres: si una mujer no tenía bolsillos es más probable que, en caso de tener que huir, no pueda llevarse nada de lo que necesita. Por lo tanto es menos probable que pueda subsistir sola, sin dinero ni documentos ni nada que sea indispensable.
Nuevas tendencias
Irónicamente, uno de los eventos que influenció la moda de una manera positiva fue la pandemia de COVID-19. A partir de este suceso que derivó en pasar más tiempo en casa y usar ropa más cómoda y casual, la moda se vio fuertemente influenciada por esta tendencia que, en esta ocasión, llegó a beneficiar nuestra comodidad.
Los pantalones joggers se volvieron populares, los pantalones cargo regresaron (junto con sus varios bolsillos) y los jeans comenzaron a usarse con un talle holgado y menos restrictivo (esta vez con bolsillos que sí funcionan!). Las playeras holgadas también se pusieron de moda.
Y uno de los cambios más revolucionarios ha sido el apogeo de los tenis: tanto para hombres como para mujeres, y ahora siendo aceptados también en vestimentas más formales, se ha vuelto común pasar del gimnasio a la oficina con tenis (aunque probablemente distintos modelos).
Existen múltiples movimientos entre las mujeres que vienen haciendo conciencia sobre la restricción que provocan ciertas modas. Han concientizado sobre cómo está bien dejar de usar brassiere (debido a la continua restricción que provoca, además de la falta de necesidad) como por ejemplo el movimiento Free the nipple. Todo esto ha jugado un papel clave en dejar de tolerar moda que nos limita.
Así que esto no es solamente una moda, es un reflejo de tendencias que finalmente ponen al centro la funcionalidad y comodidad. Y como hemos visto, esto va directamente de la mano con nuestra independencia y bienestar. Y a pesar de que nos queda mucho camino por recorrer, esta moda parece finalmente beneficiarnos.
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