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¿Qué es el consumo conspicuo?

Los rastros del consumo conspicuo son claros entre los consumidores, especialmente después de las fiestas navideñas. En muchos casos, a pesar de haber comprado muchas de las cosas que queríamos, seguimos sintiéndonos insatisfechos. La sensación de arrepentimiento (cuando la hay) se parece a aquella después de comer o beber demasiado. Sin embargo, tiene otras implicaciones y consecuencias. A eso le llamamos consumo conspicuo.

¿Qué es el consumo conspicuo?

El consumo conspicuo u ostentoso es la compra de bienes o servicios con el propósito específico de mostrar la propia riqueza. El consumo conspicuo es un medio para mostrar el estatus social de una persona, especialmente cuando los bienes y servicios exhibidos son demasiado caros para otros miembros de la clase de una persona.

En 1899, el sociólogo norteamericano Thorstein Veblen acuñó el término consumo conspicuo para explicar el gasto de dinero y la adquisición de bienes y servicios de lujo como una demostración pública del poder económico (ingresos y riqueza acumulada) del comprador. Para el consumidor conspicuo, la exhibición pública de ingresos discrecionales es un medio económico para alcanzar o mantener un estatus social determinado.

Aunque Veblen pensó en esta teoría para explicar a los nuevos ricos generados por la acumulación de capital después de la segunda revolución industrial, quizá nunca pensó en cómo el consumo conspicuo podría adquirir nuevas dimensiones varios siglos después.

Una nueva dimensión de consumo

Existen algunos principios que han sido comunes en el consumo conspicuo a través de  diferentes periodos de la historia:

  • Buscar aprobación e inclusión social a través de los bienes materiales
  • Proyectar una imagen personal poderosa
  • Compensar otras carencias personales

Sin embargo, la época que vivimos actualmente ha llegado a dimensiones nunca antes vistas en términos de la acumulación y la proyección a través de los bienes materiales. Esto se ha debido principalmente a la cultura del materialismo a través de las redes sociales. El consumo conspicuo en la época de los influencers, TikTok y los productos virales ha adquirido dimensiones que probablemente ni siquiera los expertos pudieron ver venir.

Consumo conspicuo en la era de la viralización

En este aspecto, el problema más grande que esto implica es que nuestro espectro ha crecido exponencialmente. De manera que nuestra inseguridad ya no emana únicamente de ver el poder adquisitivo y bienes materiales de aquellas personas en nuestro círculo inmediato (amigos, familia, compañeros de la escuela o trabajo, etc) sino que se expande a personas que probablemente nunca conoceríamos en nuestra vida diaria o que ni siquiera viven en la misma ciudad o país.

Al mismo tiempo, la cultura de la mercadotecnia ha evolucionado en tanto que las marcas colaboran con diferentes personalidades en internet (desde actores o modelos hasta influencers) haciendo parecer que realmente -necesitamos- tener ciertos bienes para sentirnos o vernos bien.

Esto se ha hecho más común en la cultura de los productos virales en la que ir “cazando” un labial o un rímel (para dar un ejemplo) por múltiples tiendas parece una actividad recreativa. Contenido como este ayuda a que se creen estas necesidades falsas dentro de nosotros generando un círculo vicioso de ansiedad por tener un bien, arrepentimiento (muchas veces) después de haberlo comprado y ansiedad por las deudas que este hábito nos puede generar.

Un ejemplo de esto han sido los termos de la marca “Stanley” en Estados Unidos, que tuvieron un salto exponencial en la demanda debido a su estrategia comercial (transformarlos en un producto pensado para mujeres). Su precio se encuentra en aproximadamente 900 pesos mexicanos (considerablemente caro para una botella de agua) y aún así está constantemente agotado, al grado de que son revendidos por varias veces su precio.

 

@nowthis Why is everyone obsessed with the Stanley cup? Here’s how the container synonymous with blue-collar workers became a trendy accessory among women and Gen Z #stanleycup #stanleytumbler #genz #news ? original sound – nowthis

 

Consumismo y salud mental

Las investigaciones muestran que cuando las personas organizan sus vidas en torno a objetivos extrínsecos, como la adquisición de productos, suelen mostrar una mayor infelicidad en las relaciones, peores estados de ánimo y más problemas psicológicos. Esto también puede deberse a un sentido de falta de control dentro de sus propias vidas, razón por la cual intentan compensar esta situación y recurren a los bienes materiales.

Por otro lado, a pesar de que esta teoría no fue pensada con estas generaciones en mente, parece ser que la Gen Z y millennials son las que más se adaptan a ella. Además de ser los más vulnerables a las tendencias en redes sociales (debido a que son quiénes pasan más tiempo en ellas) son también los más inseguros debido al ambiente turbulento en el que han tenido que crecer.

Al mismo tiempo, la situación económica actual (específicamente la inflación y los salarios bajos) no permiten que la mayor parte de estas generaciones puedan ver metas como comprar un departamento o casa propia como algo asequible. De manera que tienden a gastar el dinero en bienes materiales, viajes, o salidas (fomentando en muchos casos el consumo conspicuo).

Una búsqueda sin fin

En conclusión, es sumamente difícil escapar de la cultura del consumismo viviendo en una sociedad capitalista. Todo el sistema está hecho para invitarnos a gastar dinero constantemente, en crear necesidades que no tenemos. El verdadero problema es que el capitalismo es rapaz por naturaleza; el capitalismo nos lleva a una búsqueda interminable por la satisfacción a través de los bienes materiales y nunca parecemos encontrarla.

La trampa del siglo es que el sistema capitalista está hecho para no darnos satisfacción nunca, sino mantenernos en una búsqueda constante por ella a través de los bienes materiales. Quizá si de verdad entendiéramos esto podríamos empezar a buscar nuestra felicidad en otros lugares también: algún lugar donde sí podamos encontrarla.

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Constanza García Gentil

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