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Navidad en familia sin morir en el intento

La época de fin de año trae consigo numerosas tradiciones que implican pasar tiempo con otras personas: desde las reuniones entre amigos o colegas, hasta las fiestas celebradas en casa y en compañía de la familia. Y a pesar de que en la teoría esto implica felicidad y armonía, la práctica puede ser muy distinta.

La realidad es que compartir espacios con personas con contextos y opiniones muy diferentes a los nuestros puede derivar en discusiones o peleas que hacen que el rato se vuelva desde difícil hasta insoportable, dependiendo de los asuntos discutidos y la sensibilidad que tengamos hacia ellos. Según la Asociación Estadounidense de Psicología, el 38% de las personas encuestadas dijeron que su estrés aumentó durante la temporada navideña, lo que puede provocar enfermedades físicas, depresión, ansiedad y abuso de sustancias.

Más allá del típico “en la mesa no se habla de religión ni de política” la realidad es que quizá estemos en la época más complicada históricamente para el diálogo, debido a la alta polarización y gran facilidad para politizar los que parecieran ser temas sencillos. Nadie parece estar a  salvo de una pelea por comenzar a hablar de algo que en un inicio parecía a prueba de discusiones y, después de un par de comentarios, logró volverse una pelea por los ideales.

Debido a esto es importante recordar algunas maneras que podemos hacer la convivencia un poco más soportable, ya que el punto de las fiestas navideñas probablemente no es estar en una continua pelea con nuestros familiares o amigos.

Concéntrate en ti y en lo que puedes controlar

Es altamente probable que muchas de las personas responsables por hacer los comentarios que nos hacen perder la paciencia sean las mismas que dicen que debido a su edad ya no es posible cambiar sus opiniones. Y a pesar de que sea una excusa -irónicamente- un poco inmadura, la realidad es que el intentar “educarlos” sobre ciertos temas controvertidos probablemente sea una pérdida de tiempo. Especialmente durante las fiestas navideñas.

De manera que podemos intentar concentrarnos en otro tipo de cosas que nos permitan convivir sin tener que participar arduamente en las discusiones, como ayudar a cocinar o a arreglar la mesa. Al mismo tiempo vale la pena mentalizarnos recordando el viejo dicho de que no podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor pero sí podemos controlar cómo respondemos. Además, podemos hacer un esfuerzo por estar relajados a través de ejercicios de meditación y respiración.

Conoce tus detonantes y no dejes que te agarren desprevenido

Cuando estamos con nuestra familia es común que caigamos en roles previos. No importa si tenemos más de 30 y seamos independientes, sólo estamos a un comentario desafortunado de distancia de sentirnos como niños pequeños ignorados o regañados por nuestros padres. Así que es importante saber qué temas o comentarios pueden hacerte perder la paciencia con rapidez para así lograr identificar las situaciones o conversaciones de riesgo con mayor facilidad y así poder salir de ellas.

Apégate a lo que tienen en común

El propósito de las fiestas es, a final de cuentas, compartir en familia. De manera que una de las mejores formas de asegurar que efectivamente logremos compartir es intentar hablar más sobre los temas ligeros que todos tienen en común, como películas, música, comida, entre otros. Esto puede variar de acuerdo a la familia, pero siempre habrán un par de temas “seguros” a los que podamos recurrir.

Conoce tus límites

Sin importar cuánto nos mentalicemos o intentemos ser pacíficos, puede que hayan ciertos comentarios que realmente sean ofensivos. En estos casos vale la pena hacerle saber a la otra persona -de manera respetuosa- que sus puntos de vista nos están ofendiendo (ya que en ocasiones pueden no saberlo), y aprovechar para extraernos de la situación por un momento. A pesar de que intentemos convivir armónicamente, si algo de verdad nos ofende o molesta tenemos derecho a externarlo.

La lección detrás todo esto es que estar con la familia no siempre es una experiencia de calidez y amor. A veces es una experiencia de aprendizaje que nos confronta con nuestros traumas y carencias, de la que podemos salir personas más maduras y conscientes si decidimos hacer el esfuerzo.

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Constanza García Gentil

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