Las trampas de la nostalgia

Es tan fácil sentir que el pasado fue mejor. Muchas veces, porque realmente sí lo fue. Si aquellos que vivieron su juventud sin smartphones, redes sociales y las amenazas de la inteligencia artificial ven a las juventudes de ahora, probablemente creerán que sus tiempos fueron mejores. Sin embargo, aunque añorar el pasado muchas veces tenga justificaciones reales, el idealizar los tiempos pasados a veces puede tener consecuencias negativas para la manera en la que convivimos con el presente.

 

Entendiendo la nostalgia

La nostalgia muchas veces tiene mala reputación. Para muchos, es una emoción fundamentalmente conservadora, sostenida por personas que no están dispuestas a comprometerse con la vida moderna. La nostalgia fue acuñada por primera vez como término y utilizada como diagnóstico en 1688 por el físico suizo Johannes Hofer. 

 

Derivada del griego nostos (regreso a casa) y algos (dolor), esta misteriosa enfermedad era un tipo de patología del dolor doméstico. Provocaba letargo, depresión y alteraciones del sueño. Los afectados también experimentaron síntomas físicos: palpitaciones, llagas abiertas y confusión. Para algunos, la enfermedad resultó fatal: sus víctimas se negaron a comer y murieron de hambre lentamente. 

 

Hoy en día, los psicólogos creen que la nostalgia es una emoción casi universal y fundamentalmente positiva: un poderoso recurso psicológico que proporciona a las personas una variedad de beneficios. Puede aumentar la autoestima, aumentar el sentido de la vida, fomentar un sentido de conexión social, animar a las personas a buscar ayuda y apoyo para sus problemas, mejorar la salud mental y atenuar la soledad, el aburrimiento, el estrés o la ansiedad. La nostalgia todavía se utiliza como intervención para mantener y mejorar la memoria en adultos mayores, enriquecer la salud psicológica y mejorar la depresión.

 

Hoy en día se supone que la nostalgia es placentera para quien la experimenta, pero su reputación como influencia en la política y la sociedad no es tan positiva.

Las trampas políticas

Los movimientos populistas en todo el mundo son criticados repetidamente por la manera en la que abusan de la nostalgia. Las imágenes que estos movimientos pintan del pasado son condenadas por ser demasiado blancas y demasiado masculinas. También se ve como la preservación de aquellos que son retrógradas, conservadores y sentimentales.

 

Los escritores critican a quienes votaron por Trump y el Brexit por sus tendencias nostálgicas y, curiosamente, estas siguen siendo una especie de diagnóstico. Como lo expresó el historiador Robert Saunders, en referencia al Brexit, la retórica predominante caracterizó el voto por el Brexit como “un trastorno psicológico: una patología que debe diagnosticarse, en lugar de un argumento para dialogar”.

 

En términos de la neurociencia de la nostalgia, los investigadores han descubierto que esta emoción desencadena actividad en varias áreas del cerebro. Entre ellas se encuentran la corteza prefrontal, responsable de la planificación y la toma de decisiones; la amígdala, que procesa nuestras emociones; el hipocampo, central para la formación de la memoria y el recuerdo; y los lóbulos temporales mediales, involucrados en el procesamiento de la información sensorial y su conexión con nuestros recuerdos.

 

Recuerdos color de rosa

Un aspecto central de la nostalgia reside en el concepto psicológico de ver el pasado como lo dice la expresión en inglés, “under rose colored glasses”. Este sesgo cognitivo nos hace recordar eventos pasados con una perspectiva excesivamente alegre y optimista

 

Es este sesgo el que a menudo nos hace recordar «los buenos viejos tiempos», incluso cuando esos días pueden haber sido un verdadero reto para nosoros. Este fenómeno se ha observado en varios estudios. En muchos casos, las personas recuerdan vacaciones pasadas, experiencias de la infancia y relaciones pasadas como más felices y menos problemáticas de lo que fueron en realidad.

 

En el cerebro, este proceso implica la recuperación selectiva de la memoria, un mecanismo sumamente interesante donde los recuerdos positivos son más accesibles que los negativos. Este sesgo positivo en el recuerdo contribuye significativamente a los sentimientos de nostalgia. Neurológicamente, esto podría atribuirse a que las vías de recompensa del cerebro se activan al recordar recuerdos positivos, lo que refuerza la experiencia de la nostalgia.

 

Esta experiencia se da en el marco de una paradoja real que se reduce a dos principios reales: el primero es que el ser humano muchas veces sólo logra procesar su vida (y los sucesos que le rodean) en retrospectiva. No es posible comprender por completo las relevancia real de las cosas al momento que nos suceden, probablemente porque estamos procesando las emociones que nos provocan y eso adquiere mayor importancia. 

 

Por otro lado, es igual de real el hecho que tendemos a recordar el pasado de maneras altamente subjetivas en muchas ocasiones. Es por eso que muchas veces logramos recordar con cariño épocas de nuestra vida que en su momento fueron sumamente difíciles. También es cierto que muchas veces pudimos haber estado demasiado metidos en nuestros problemas para poder ver los aspectos positivos de nuestra vida mientras nos sucedían, pero la realidad es que muchas veces tendemos a romantizar demasiado el pasado.

Y la verdadera relevancia de entender cómo procesamos el pasado descansa en la manera en la que hoy comprendemos el presente. Cómo tenemos derecho a juzgar las cosas conforme a nuestra propia subjetividad siempre y cuando recordemos que eso es lo que es: subjetivo. Y no todo lo que nos sucedió en el pasado es bueno, aunque así lo recordemos. Y tampoco todo lo que cambió es malo, aunque así lo queramos creer. Todo es cuestión de observar la realidad desde una perspectiva más global y menos única a nuestra perspectiva.

 

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